Hasta no hace mucho tiempo, era muy habitual fijarse en las manos de los niños mientras llevaban a cabo sus tareas. Se buscaba que los niños trabajasen siempre con la mano derecha. Médicos, maestros y otros profesionales recomendaban a los padres obligar a los niños a ser diestros, incluso cuando mostraban una clara predominancia y mejor ejecución con la mano izquierda.
Hoy en día sabemos que ser zurdo no conlleva ningún tipo de problema, más allá de algunas barreras que pueden encontrarse con ciertos objetos o instrumentos diseñados para las personas diestras, ya que es la condición más abundante. Lo importante es tener una buena lateralización. Sin embargo, ¿qué sucede cuando un niño no se lateraliza a lo largo de su desarrollo y se presenta como ambidiestro?
La lateralidad
La lateralidad es la preferencia de uso de una de las partes del cuerpo humano sobre la otra. Es normal que el ser humano utilice más una parte del cuerpo. El proceso por el cuál se desarrolla se llama lateralización y depende de nuestro funcionamiento a nivel cerebral.
Distinguimos distintos tipos de lateralidad:
- La lateralidad normal consiste en la dominancia de sólo uno de los lados del cuerpo. En este caso, puede predominar el lado derecho o el lado izquierdo.
- La lateralidad cruzada se da cuando hay un uso prioritario de un elemento de un lado y otro del otro lado, por ejemplo, que una persona sea diestra de mano pero zurda de pie.
- La predominancia mixta o incompleta se da cuando la preferencia no es constante, si no que va cambiando con el tiempo. Es posible que durante una época los niños utilicen la mano derecha y más adelante la izquierda y que vayan modificando esta predominancia.
- Por último, la ambiestralidad hace referencia a la capacidad de utilizar indistintamente los miembros de uno u otro lado del cuerpo.
Ambidiestralidad
Podríamos pensar que ser ambidiestro es la situación ideal. Que una persona pueda usar de manera indistinta ambos lados de su cuerpo puede parecer a priori una ventaja. Nada más lejos de la realidad.
Los niños pequeños son siempre ambidiestros. Al observar a un bebé podemos observar cómo utilizan indistintamente ambas manos, ambas piernas... De hecho, si no lo hicieran así, sería una señal de alarma a tener en cuenta para valorar la existencia de algún tipo de problema motor, como la Parálisis Cerebral Infantil. Por tanto, que los niños pequeños sean ambidiestros, es lo normal.
Esta condición puede extenderse a lo largo de los primeros años. El proceso de lateralización puede alargarse durante los seis primeros años. Durante este tiempo, sería un error forzar a un niño a utilizar uno u otro lado de su cuerpo, tal y como antiguamente se hacía. De esta forma, es posible que se llegue a lateralidades contrariadas, es decir, que un niño se acostumbre a utilizar la parte de su cuerpo que no se corresponde con su funcionamiento cerebral.
Por eso, durante estos primeros años de vida, debemos dejar a los niños que utilicen ambas manos indistintamente. A lo largo de su desarrollo psicomotor, se irán lateralizando hasta establecer su lateralidad adecuada.
Pero, ¿qué sucede cuando un niño parece ser ambidiestro más allá de los seis años?
En este caso debemos ayudarle a establecer su propia lateralidad. La pauta principal es fomentar no la mano que más utilicen, si no aquella con la que llevan a cabo una mejor ejecución. Es decir, no debemos fijarnos en la cantidad de movimientos que realizan con una parte de su cuerpo, ya que es posible que lo estén haciendo por simple observación e imitación. Debemos fomentar la calidad en lugar de la cantidad.
Se estima que tan sólo un uno por ciento de la población es realmente ambidiestra, porque no existe en su cerebro un lado predominante.
Consecuencias de ser ambidiestro
Este proceso de lateralización es muy importante en el desarrollo psicomotor posterior. Además, tiene importancia también en los aprendizajes futuros. Existen múltiples estudios que parecen asociar a las personas ambidiestras ciertas características especiales, tanto de personalidad, por ejemplo ser más críticos y analíticos. Pero no es una relación directa ni clara.
Lo que sí está más demostrado son las consecuencias de ser ambidiestro sobre el aprendizaje. La ambidiestralidad o las lateralizaciones mal establecidas están muy ligadas a dificultades de aprendizaje como la Dislexia o trastornos como el Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (TDAH).
A quién debemos acudir
A lo largo de los seis primeros años de vida, los profesionales de la Atención Temprana pueden ayudar a los niños a establecer su lateralidad. Durante esa época y más adelante, cuando quizás ya sea necesario corregir ciertas pautas y actuar de forma más específica, serán los psicólogos, psicomotricistas o terapeutas ocupacionales los encargados de intervenir de la forma más adecuada con estos niños.