Si preguntamos a cualquier padre cuál ha sido la peor etapa de convivencia con su hijo a buen seguro que nos dirá que la adolescencia. Si sus retoños aún no han entrado en la 'edad del pavo' nos dirá que es a la que más miedo tiene. Son años de crecimiento, de autodescubrimiento, de empezar a tomar decisiones para los jóvenes que buscan cierta independencia que los aleje de sus progenitores.
Sobre el papel parece una evolución natural, equilibrada y necesaria. Necesaria lo es pero lo de equilibrada y natural no siempre sucede. En ocasiones los chicos quieren convertirse en adultos demasiado rápido, en otros a los padres les cuesta soltar lastre... así que las discusiones entre unos y otros acaban por ser la nota predominante de su relación durante los años que dura la adolescencia.
La adolescencia es una nueva etapa en la relación entre padres e hijo y se hace necesario que todas las personas implicadas pongan de su parte para que resulte llevadera y evitar el miedo a conflictos innecesarios. La situación se agudiza, además, cuando se trata del hijo mayor, pues convivir con un adolescente en casa es algo completamente nuevo que puede afectar a las relaciones y el día a día de toda la familia.
No toda adolescencia es conflictiva, pero mucho menos es idílica, así que para tratar de que sea lo más llevadera posible no está de más repasar a qué tiene miedo un padre que se enfrenta a un hijo adolescente. En Bekia os hemos traído los más habituales.
1. La anhelada independencia
Cuando uno es niño crece con la idea de que cuando sea mayor podrá hacer muchísimas cosas, buena parte de ellas son esas que sus padres no quieren que haga. Un adolescente es un adulto en ciernes así que algo que define su carácter es esa búsqueda de independencia a toda costa.
Tiende a pensar que la va a conseguir distanciándose de sus padres, evitando asistir a comidas o encuentros familiares y pasando todo el tiempo posible con sus amigos o aislándose en su habitación. Esto suele ser fuente de conflictos con el resto de la familia que no entiende ese cambio repentino ni cuál es el motivo por el que tiene que renunciar a su compañía.
En estos casos lo mejor es dejar al adolescente ese espacio que viene reclamando, aunque también marcando una serie de límites para mantener la convivencia familiar. De este modo, llegando a un acuerdo razonado con el hijo, se conseguirá, además, ganar confianza.
Un adolescente se considera un adulto por lo que en la mayoría de las ocasiones lo que busca es el resto de los mayores y se comporta de forma arisca por miedo a no conseguirlo. Los padres han de buscar la manera de hacerle saber que le tienen respeto, pero que como adulto también ha de ser responsable de sus actos.
2. Desatender los estudios
Es el primer miedo que tienen unos padres cuando su hijo entra en la adolescencia, que deje de lado sus estudios y su currículum académico se resienta. Fruto de los cambios que está experimentando el adolescente puede que le cueste más centrarse en las clases, que éstas le resulten más aburridas o que simplemente pierda interés en los estudios.
Si por cualquiera de los motivos los padres detectan que su hijo ha bajado en el rendimiento escolar han de hablar con él y sus profesores para saber cuál es el problema y ver cómo afrontarlo. Puede que necesite algo de ayuda o de estímulo o que se plantee dejar los estudios.
En los dos primeros casos hay que ver el modo de prestarle esa ayuda que necesita y en el último hay que hablar con él para ver el motivo de esa decisión. Aunque los padres por lo general no desean que sus hijos dejen de estudiar hay ocasiones en que es la mejor solución y hay que planteársela. El adolescente ha de ser el que tome la decisión final, pero lo mejor es que sea con el respaldo de sus progenitores.
3. Amor y sexo
La adolescencia no deja de ser otra cosa que un cambio hormonal que sufren los hasta entonces niños y que determina el inicio del deseo sexual en ellos. Las relaciones de pareja y el sexo es algo que no suele ser tema de conversación habitual entre unos padres y su hijo de ahí que éste sienta que es algo que no ha de comentar con ellos y sí ocultar.
Sin embargo lo que no es nada recomendable es que un adolescente se introduzca en el sexo sin conocimiento de cómo evitar contagiarse una enfermedad de transmisión sexual o usar anticonceptivos. Si él no pregunta por miedo a lo que puedan pensar sus padres o porque puedan reñirle o incluso prohibirle ver a otra gente han de ser los progenitores los que den el primer paso.
Mantener conversaciones sobre relaciones y sexo con tu hijo hará que te abras ante él y también te ganes su confianza. Ya he mencionado un par de ocasiones la confianza porque es algo básico para zanjar conflictos y, sobre todo, para que no se produzcan.
El sexo es nuevo para los adolescentes así que no ha de mostrárseles como algo malo, sino como algo más de la vida que están conociendo. Un embarazo indeseado es probablemente uno de los mayores temores de cualquier padre de adolescente. Por eso ha de preocuparse por hablarle de que puede ocurrir si practica sexo sin protección.
4. Alcohol y drogas
La adolescencia es también la época en que los jóvenes tienen su primer acercamiento al alcohol, el tabaco y otro tipo de drogas. Están en la época de experimentar y cualquier padre que recuerde lo que hacía con la edad de su hijo verá que probablemente no haya tanta diferencia entre ambos. Y que por lo tanto no hay por qué tener miedo.
Lo habitual es que si empieza a fumar o a beber tenga miedo a que sus padres se enteren. Por eso tenderá a ocultarlo o hacerlo en secreto. Dejarle experimentar es buena idea, pero también sabiendo hasta qué punto llega. No está de más preguntarle cuando ha salido si ha bebido o fumado, aunque esto es algo que al final todo padre acaba detectando.
Si tiene un hermano mayor o un primo o incluso un tío joven se puede saber más de qué hace cuando sale a través de estas personas. Al estar más cercanas en edad y no se una figura de autoridad como los padres a buen seguro que se abren más a ellos.
Los padres pueden llegar a prohibirle beber alcohol o fumar pero puede que con ello consigan el efecto contrario al deseado: que siga haciéndolo y sobre todo a modo de venganza o como gesto de rebeldía. Lo importante es hacerle saber cuales son los límites y que nunca ha de superarlos, así como que puede acudir a sus padres en caso de tener algún problema.
Por poner un ejemplo, a todo adolescente le ha pasado que un día bebe de más o que lo hace su amigo y se encuentra en una situación en que no sabe qué hacer ni a dónde acudir. Los padres han de hacerle saber que si ocurre algo así pueden llamarles para ayudarles y solucionarlo del mejor modo posible.
5. Rebeldía y violencia
La independencia es lo que anhela todo adolescente. Y marcar las diferencias con cuando era un niño. No siempre sabe como hacerlo y a veces acaba por florecer una rebeldía que puede derivar en violencia.
Si la rebeldía es pacífica y no le lleva a meterse en líos sus padres tampoco han de tener miedo. Las cosas cambian cuando entra en juego la violencia, la frecuencia de malas compañías y quizás un acercamiento al mundo criminal a pequeña escala.
Es un miedo que tiene todo padre, que su hijo vaya por el mal camino, pero en realidad ocurre muchas menos veces de las que se piensa. No es una posibilidad tan real. Y cuando sucede suele venir determinado por el ambiente en que se encuentra el adolescente.
Y a pesar de todos los miedos que puedan tener los padres cuando su hijo se convierte en un adolescente han de mirar más allá y ser conscientes de que la adolescencia es una fase, que dura unos años, pero que una vez finalizada su pequeño se habrá convertido en un adulto con el que ya no tendrá que hacer frente a estos problemas.