El primer día de guardería es uno de los más especiales en la corta vida de un niño pequeño. Supone el primer paso en un mundo exterior, lejos de la protección de los padres y que les llevará a encontrarse con profesores y compañeros, que se convertirán muy pronto en amigos. Sin embargo también es uno de los momentos más traumáticos de su corta existencia, lleno de pena y con muchas posibilidades de llorar.
Aunque pueda resultar un tanto exagerado por lo general el primer día de guardería es cuando se produce por primera vez, en la corta vida de los niños, una separación de los padres, incluso de los abuelos. Supone, para los niños, exponerse a un mundo desconocido que algunos afrontan con ganas -al fin y al cabo es una aventura en que conocer a amigos- pero que otros no lo llevan igual de bien. Es misión de los padres tratar de que el cambio sea lo más positivo posible. Hay formas de intentar que ese día sea lo más alegre posible, sin pena ni lloros.
Mentalizarse para el cambio
El paso a la guardería es un gran cambio y como toda modificación extraordinaria de nuestra rutina es algo para lo que hay que estar preparado. En este caso por partida doble, porque afecta tanto a los niños como a los padres -incluso a más miembros de la familia si son los abuelos quienes se encargan del cuidado diario de los pequeños.
Por ello lo primero es ser consciente de la situación, de que los hijos irán a la guardería y habrá que cambiar toda una serie de hábitos y rutinas que supondrá, además, que pasemos menos horas al día con ellos. Una vez asimilado hay que hacérselo comprender a los niños. La mayoría de los niños entran en la guardería cuando tienen tres años ya cumplidos o están a punto de hacerlo. A esta edad son capaces de comprender perfectamente el cambio que van a realizar y cómo les afecta, por eso su reacción vendrá en buena parte dada por cómo los padres sean capaces de hacerle ver que es la guardería.
La adaptación comienza antes del verano
Lo mejor es planteárselo antes del verano; precisamente en junio son muchas las guarderías que tienen días de puertas abiertas e incluso permiten a los nuevos alumnos que acudan una o dos horas algunos días para facilitar el proceso de adaptación, conocer a los profesores y compañeros. Antes de llevar a los hijos a la guardería hay que explicarles en qué consiste y qué van a hacer allí. No hace falta agobiarles con el tema, pero sí hablarles de ello de forma repetida durante las semanas previas para que se vayan haciendo a la idea.
Decirles que después de las vacaciones sus padres han de volver al trabajo y que ellos irán a la guardería. De este modo verán que es una responsabilidad, como la de sus padres de cumplir en el trabajo. La escolarización es una obligación, pero no es necesario mostrarla así a los pequeños, sino más bien algo divertido por lo que todos pasamos y nos sirve para hacer amigos. Le podemos hablar de cómo nosotros mismos nos lo pasábamos en la guardería, de lo que hacíamos y de lo que él mismo hará cuando empiece a ir. Siempre haciendo hincapié en las cosas positivas, y no en las negativas, como hablar de determinados profesores que nos caían mal en el colegio o instituto, para que no tenga ninguna predisposición negativa hacia los maestros.
Un espacio de diversión y aprendizaje
No cabe duda que la mejor forma de conseguir que la guardería les resulte atractiva es insistir en el hecho de que estarán con otros niños y que se divertirán y aprenderán. Con la edad que tienen, salvo que tengan hermanos o primos de edad similar, lo más seguro es que en su círculo más cercano no abunden los amigos de su edad y esta es una baza a tener en cuenta.
Para ir a la guardería hay que comprar mandilón, materiales escolares, una mochila,... Todas esas cosas tan nimias para los niños son alicientes, porque las relacionan con diversión. Hay que hacerles partícipes. Si van con sus padres a comprar estas cosas se sentirán más familiarizados con el cole y estarán más deseosos por empezar.
Acostumbrarlo a madrugar y un primer día tranquilo
La guardería no es que tenga aspectos negativos, pero sí pueden serlo asuntos relacionados con ella. Es el caso de tener que madrugar. Para ello lo más recomendable es que esto también tenga su propio proceso de adaptación. Días antes de empezar a la guardería los padres han de procurar despertar a sus hijos más temprano, para que en el gran día no se sientan cansado y se pongan a llorar a la mínima por falta de sueño.
Los padres educan a sus hijos para que aprendan a madrugar
Para que todo vaya como la seda prepararles su desayuno preferido, ponerles ropa con la que se sientan cómodos -incluso se les puede dejar elegir a ellos lo que prefieren de su armario, y dirigirse al centro tranquilamente. Si podéis ir andando aún mejor, más relajado que acudir en coche. La gran prueba de fuego es la puerta en que hijos y padres se separan cediendo el testigo a los profesores. El momento de la despedida es el más duro pero se ha de afrontar con una sonrisa y evitando que el niño sea consciente de que sus progenitores también están apenados por dejarlo en el cole.
No se ha de prolongar en exceso el adiós y así habrá menos posibilidades habrá de rechazo por parte del niño a entrar al aula. Besos y abrazos por doquier para minimizar la pena y evitar que alguno se eche a llorar. Hay que tener en cuenta aspectos externos sobre los que no se puede actuar, como que otros niños de alrededor estén llorando. Puede ser una conducta contagiosa entre sus compañeros de clase. Por ello es recomendable haberle hablado al pequeño de que podría darse esa posibilidad y que el niño llora porque está nervioso, no por nada malo que pudiera ocurrir en la guardería.
La preparación de los padres
Los padres son los que han de transmitir al niño que irá a la guardería y cómo funciona, así que estarán especialmente atentos a como sus propios progenitores reaccionan. Por ello debemos ocultar la pena que nos causa tener que separarnos de nuestros pequeños y no llorar delante de ellos por esta situación. De hacerlo estaríamos mandándoles mensajes contradictorios que no generarían más que confusión.