Una de las razones que más preocupa a los padres con respecto a sus hijos gira en torno al bajo rendimiento escolar, y es una tónica habitual que en la adolescencia, coincidiendo con el paso del colegio al instituto, este rendimiento sea aún menor, es decir, que en esta fase del ciclo vital las notas de nuestros hijos bajen considerablemente convirtiéndose en una importante preocupación de los padres y, a la vez, en una fuente significativa de problemas familiares. ¿A qué se debe esta circunstancia? ¿Es diferente lo que acontecía en el colegio a lo que ocurre en el instituto? ¿Qué podemos hacer los padres para que las notas mejoren en esta fase de instituto? ¿Y la comunidad educativa? ¿Son únicamente responsables los niños de esta merma en el rendimiento escolar y, por tanto, de estos malos resultados? ¿No se esfuerzan lo suficiente? ¿Qué hay detrás de unas notas que caen empicados?
Hay quienes opinan que esta decadencia es fruto de los cambios fisiológicos y psicológicos que se experimentan en la pubertad; otros, sin embargo, lo achacan a la pedagogía desfasada que se sigue desarrollando en los institutos y en el colegio; al cambio de educación primaria a secundaria; la necesidad de acostumbrarse y adaptarse a un nuevo sistema de enseñanza/aprendizaje diferente... Todo puede ser importante y todo puede influir considerablemente en el bajo rendimiento escolar de nuestros adolescentes, pero uno de los factores claves o, por decirlo de manera más precisa, el factor determinante por excelencia cabría buscarlo en la motivación.
¿Qué puede causar el fracaso escolar?
Una vez descartadas las dificultades propias del estudiante, que de haberlas, ya deberían haberse detectado en la educación primaria (como podría ser la dislexia, el trastorno de déficit de atención o hiperactividad (TDAH), la discalcúlia, etc.), la motivación se presenta como un elemento clave para/de la educación (para el aprendizaje, en general) en todos los momentos de la vida, no obstante, los adolescentes tienden a experimentar una mayor desmotivación hacia los estudios que en otros rangos de edad, ¿a qué es debido esto? El reconocimiento del esfuerzo del alumno constituye uno de los medios más importantes para lograr la motivación del estudiante, y es precisamente en la educación secundaria donde menos se lleva a cabo dicho reconocimiento.
El fracaso académico nos hace sentir un fracaso general que conduce al desinterés y al rechazo de tareas, al aburrimiento, etc., y estas a su vez a una desconexión de todo lo referente al ámbito escolar, siendo la pescadilla que se muerde la cola... Esto nos lleva directamente a la importancia del sistema educativo y especialmente de sus docente en enseñar, no únicamente contenidos propios de la asignatura, sino también saber transmitirlos captando la atención del alumno, manteniendo el interés y la motivación constante. Tarea nada fácil a la que se enfrentan los maestros en los colegios y los profesores del instituto, con lo cual estos docentes a su vez necesitan voluntad, formación, reconocimiento y su propia motivación para llevarlo a cabo con éxito y de esta forma disminuyendo el fracaso escolar, mejorando las notas y el abandono del sistema educativo a una edad temprana...
Es importante también recordar al pedagogo García Hoz cuando afirma, en la línea de la célebre viñeta de trepar el árbol, que: "calificar con el mismo nivel a todos los alumnos, es una injusticia, el fracaso escolar nace de convertir los exámenes en sanción social y no en acción pedagógica". Esta afirmación deja en evidencia otra carencia propia de nuestro sistema educativo, donde después de múltiples reformas continúa tratando y calificando a todos los alumnos por el mismo rasero sin tener en cuenta las diferencias propias de cada uno (las potencialidades, en palabras de los pedagogos)... Esto que podría ser considerado como una utopía, constituye otra de las claves a tener en cuenta para evitar el bajo rendimiento en el aprendizaje de los adolescentes.
¿Qué factores no académicos pueden influir en el rendimento escolar?
Puedes ser socioeconómicos, o relacionados con algún problema que tenga el adolescente:
- Causas socioeconómicas. En ocasiones las dificultades económicas de las familias (sean temporales o crónicas) determinan la dificultad para hacer frente a los gastos que ocasiona la educación secundaria o universitaria, ello puede originar una preocupación en el propio adolescente, llevándole a cuestionar la importancia y el papel de la educación en su vida cotidiana, y valorando la posibilidad de poder abandonar los estudios para intentar cambiar la suerte de su familia. Todas estas circunstancias y los planteamientos que implican hacen perder la concentración y el interés por los estudios y encaminar el enfoque hacia otros ámbitos más allá de uno mismo.
- Problemas concretos como, por ejemplo, la separación o el divorcio de los padres, el acoso escolar o bullying, son problemas que puede afectar muy negativamente en el rendimiento académico en el instituto así como en el desarrollo saludable e integral de los adolescentes, por ello debemos estar alerta, ya que otra de las características de los adolescentes es la falta o baja comunicación (e incluso en ocasiones falta o baja confianza) con los padres. Detectar estos problemas a tiempo y ayudarles a solucionarlo puede ser la clave para recuperar la senda de la motivación y el rendimiento académico.
¿Cuál podría ser el papel de los padres?
A continuación, nuestro decálogo:
1. Tratar que los hijos dispongan del suficiente descanso y lleven una vida saludable y ordenada.
2. Comprobar, siempre a través del diálogo, si realizan el esfuerzo adecuado y constatar que el esfuerzo realizado (si es positivo) se valore de manera propicia en el centro académico.
3. Motivar siempre a los hijos y hacerles ver el papel central de los estudios para el crecimiento personal y para su futuro desarrollo profesional.
4. Tratar a los hijos teniendo en cuenta sus diferentes formas de ser y los distintos momentos que van atravesando.
5. No comparar a los hijos con otras personas, y menos aún con otros compañeros o amigos, ello genera frustración y sentimientos negativos de competitividad.
6. Corregir sus fallos, pero no a la persona, estimulando las potencialidades y ayudando a superar los obstáculos. Educarles en la persistencia y el logro a medio y largo plazo.
7. Dejar que su hijo adolescente sea cada vez más un ente autónomo, que vaya tomando sus propias decisiones tanto en lo que afecta a su currículum estudiantil como al resto de ámbitos de su interés.
8. Ser positivos, buscando corresponsabilidad y que el adolescente se comprometa, evitando castigos extremos que puedan dañar su proceso de configuración de identidad y madurez.
9. Poner a su disposición los instrumentos necesarios para la adecuada consecución de sus estudios: lugar apropiado de estudio, recursos de apoyo, otras tareas o actividades complementarias que ayuden a equilibrar los esfuerzos e interés, etc.
10. Conocer el centro educativo donde estudian tus hijos, sus compañeros y mantener una fluida comunicación con profesores y tutores para afrontar en conjunto los inconvenientes o dificultades que puedan ir surgiendo.
Por último, y a modo de conclusión final, no debemos culpabilizar únicamente a los adolescentes por los problemas de aprendizaje o por el bajo rendimiento escolar. Hemos comprobado que estamos ante un problema más complejo y multicausal que como lo solemos contemplar, por ello mismo los padres y el entorno familiar/educativo no pueden convertirse en un factor más que penalice al eslabón más débil, los hijos.