Muchos padres gritan a sus hijos para imponerse, pensando que así les obedecerán por respeto. Pero la realidad es otra muy diferente, descubre qué ocurre cuando le gritas a un niño.
Educar a un niño no es una tarea fácil, muchas veces los niños se comportan como seres adorables, cariñosos y tranquilos, y en esos momentos la paternidad es un regalo del cielo. Pero en otros momentos, en muchos momentos, los niños se comportan como niños, gritan, se enfadan, tienen pataletas, son caprichosos y ese es su comportamiento natural. Los niños tienen que aprender y para eso tienen toda su vida por delante, un camino realmente duro para ser tan pequeños.
Cuando llegan esas situaciones, muchos padres pierden la paciencia de forma inmediata y comienzan a gritar. Quizá pienses que gritarle a tu hijo servirá para imponerte y para que te obedezca de forma inmediata. Es posible que esto ocurra, pero por un motivo completamente diferente.
Cuando utilizas los gritos para corregir a tu hijo, no estás fomentando que tu hijo te respete y por eso deje de comportarse mal. El niño no obedece en ese caso por empatía, no reconoce el respeto en ese comportamiento, sino más bien el miedo, su cerebro sufre un bloqueo.
Qué ocurre en el cerebro del niño cuando le gritan
Las razones que vamos a mencionar a continuación, tienen una base científica. No es una cuestión de educación, ni de intentar que todos los padres eduquen bajo un mismo patrón. Cada niño es diferente, como lo es cada padre, lo que le va bien a una familia puede que no funcione en la del vecino. Conocer a tu hijo es fundamental, escucharle y comprender su personalidad, será la base de su educación.
El cerebro actúa de la misma forma en todas las especies siempre que recibe gritos, el mecanismo cerebral actúa avisando de un peligro. Se activa una alarma que hace que el organismo libere una hormona llamada cortisol. Esta es la hormona del estrés, que actúa preparando al cuerpo física y biológicamente para pelear o para huir.
Por otra parte está la amígdala, una serie de núcleos que se encuentran en el cerebro y que tienen distintas funciones neuronales. Cuando el cerebro recibe una alarma, como la que se activa cuando el niño siente miedo, la amígdala se bloquea cerrando el paso a la entrada de información.
Para verlo de un modo más sencillo, intenta recordar alguna situación que te haya causado estrés o temor, una mala experiencia al volante, una atracción de feria con demasiada altura o cualquier momento que a ti te haya producido miedo. La amígdala, se encarga de asociar esa situación de que te produce temor, con el peligro. Por este motivo, siempre que te encuentres en una situación similar, la amígdala actuará enviando a tu cerebro la señal de peligro.
El miedo es un método natural de defensa
Los niños reciben los gritos de los adultos con miedo y con inseguridad. Los gritos no les ayudan a calmarse y a obedecer, no reciben un aprendizaje. Seguramente el niño repetirá ese mal comportamiento una y otra vez, a pesar de haber recibido gritos en otras ocasiones. Esto es porque el niño no ha recibido ninguna información valiosa para su cerebro, no ha aprendido ninguna lección.
Esto es una mera cuestión de química, por una parte el cerebro libera cortisol a causa de la emoción del miedo, esta hormona se une a la amígdala para proteger al niño de esa situación de estrés y temor. Lo que ocurre es, que se activa el protocolo de seguridad, bloqueando el paso de la información y activando un escudo defensor. Se crea un mal recuerdo de esa vivencia, y cada vez que el niño reciba un grito se activará este mecanismo natural de defensa.
Gritar a tu hijo no te convierte en un mal padre o madre
Gritar de vez en cuando es normal, todas las personas utilizan los gritos para liberar el estrés. Los padres acumulan cada día una serie de problemas, que pueden contribuir a la pérdida de paciencia con los niños. No te sientas mal si es tu caso, los padres necesitan un proceso de aprendizaje, al igual que lo necesitan los niños. Aprender a controlar tus nervios y tu estado de estrés, es vital para que tu hijo crezca en un entorno saludable y se desarrolle correctamente.
Si necesitas gritar hazlo, en la ventana, en el gimnasio o en una zona despejada, quizá te ayude a desahogarte y cuando llegues a casa, tendrás más capacidad para manejar las situaciones de estrés que tus hijos te puedan causar. Utilizar los gritos como método educativo, no es una buena elección, no causará un buen impacto en la salud emocional de tus hijos.
Métodos de educación positiva
Existen muchas formas de educar a los niños de una forma positiva, lo principal es que los padres adopten una actitud firme pero desde la tranquilidad, y que además, te armes con una buena dosis de paciencia.
- Marca una serie de límites y normas de comportamiento : Es importante que los niños tengan muy claro donde se encuentra el límite y qué es lo que no pueden hacer. Quizá tengas que repetírselo mil veces, pero es fundamental hacerlo con firmeza y sin ceder ante los chantajes. Si un día cedes, después no habrá forma de hacerle entender que no puede repetirlo más.
- Gánate el respeto de tus hijos : Pero hazlo a base de autoridad, con firmeza y disciplina. Como has visto, los gritos causarán el efecto contrario. El cariño y el respeto juegan un papel fundamental en la educación de los niños. Trabaja con ellos la empatía, el respeto hacía las demás personas y tus hijos se convertirán en adultos cariñosos y con mayores capacidades sociales.
- Enseña a tus hijos a manejar sus emociones : En lugar de imponer tu autoridad, ofrece a los niños las armas necesarias para controlar sus emociones. De esta forma, aprenderán a expresarse y a mostrar sus emociones.
La paternidad es una carrera de fondo, la crianza y la educación no respetan tu cansancio, tus frustraciones o tu estrés. Disfruta de tus hijos y de cada una de las etapas de su vida.