Es difícil saber cuándo un bebé puede o no reconocer a sus padres. Eso siempre dependerá del lazo de unión, atención y desarrollo que tengan. El estar siempre encima de él puede ayudar a que el proceso sea más corto, aunque no tiene por qué.
Para los más pequeños, en el momento en el que nacen la madre es el primer foco de su atención. Con ella ha convivido durante nueve meses, dentro de ella ha podido sentir y descubrir las primeras cosas que aprenderá en su futura vida. Pero con el padre, si existe esa figuras en la familia, es distinto.
Los vínculos paternos
A pesar de que muchos piensan que la voz de la madre es lo primero que reconoce, hay estudios que certifican que la voz grave, que tienden a poseer los padres, es la que consigue atravesar mejor las membranas del útero y el vientre durante el embarazo. Por lo tanto, suelen identificar ese sonido con el de su padre, que será la primera que reconozca.
A la madre le dedica el resto de sus sentidos. El olor será una de las cosas más importantes para el bebé, ya que estará más encima de la mujer por temas de alimentación, principalmente. El tacto también ayuda a la identificación de los cuidadores, ya que las caricias y los abrazos hacen que se sienta más seguro y querido, dos sentimientos que el ser humano tiene a asimilar como propio de los padres.
Reconocer a la madre no le costará tanto, ya que ambos tienen una ventaja añadida: el vínculo que existe previo al nacimiento. Buscará su olor nada más nacer, el latido de su corazón le calmará más que ningún otro sonido y las caricias ayudarán a los primeros contactos físicos con el bebé.
Con el paso del tiempo, el vínculo con el padre se hará cada vez mayor. Pero eso es una fase que hay que ir profundizando en ella, ya que para el bebé todos los hombres y mujeres son iguales: solo distingue del resto del mundo a su madre. Durante las primeras semanas de vida, habrá que ir potenciando la relación padre e hijo a través de juegos, cuidados y atenciones diarias.
El rostro es lo último
Visualmente, los bebés tardarán más en reconocer a los padres. Esto ocurre porque sus ojos no son capaces de percibir personas u objetos a una distancia mayor de 25 o 30 centímetros, que es lo que el pequeño alcanza a observar durante la lactancia materna. De ahí también la importancia del olor, que se guiará a través del olfato hasta llegar al pecho -por eso buscan la leche con los ojos cerrados-.
Más allá de esa distancia, sus ojos no percibirán nada nítido, sino formas borrosas que con el tiempo empezarán a clarearse y tomar sentido. Por lo tanto, es importante ponerse cerca de ellos durante las primeras semanas de vida, para que sus padres empiecen a tomar forma en su mente.
Combinando este sentido con los demás, el bebé no tardará mucho en reconocer quién es quién. Y será con el tiempo y el continuo desarrollo de sus sentidos cuando consiga atender e identificar a mayores distancias a sus padres. A pesar de que el proceso puede llegar a tardar hasta dos meses.
Por eso, en caso de que el bebé no sea genéticamente tuyo, con las primeras semanas de vida puede llegar a identificarte como su progenitor con los cuidados y las atenciones necesarias que requieren. Para ellos el amor, los juegos y la felicidad son los sentimientos que determinan en mayor medida a los familiares, distinguiendo más adelante y con ayuda de las palabras a quién se le atribuye el término padres, abuelos, hermanos...