La figura del padrastro o la madrastra siempre se ha asociado con personas malas, dedicadas a hacer sufrir a los hijos de su pareja por el mero hecho de tener unas pretensiones egoístas y un tanto malvadas. Es la imagen que nos muestran los cuentos infantiles y que algunos podemos haber llegado a tener en nuestra cabeza en algún momento. Sin embargo, nada más lejos de la realidad.
Hoy en día ser padrastro o madrastra es algo habitual -no lo era tanto hace unos años. Cada vez son más las personas que se casan en segundas nupcias y aportan hijos de anteriores relaciones al nuevo matrimonio. Resulta de lo más corriente la convivencia entre padrastros y hermanastros y en nada tiene que ver con la que nos contaban en los cuentos infantiles.
La relación entre un futuro padrastro y los hijos de su novia comienza, por lo general, antes de que se conviertan oficialmente en familia. Mientras dura el noviazgo es cuando se conocen, se relacionan y se sientan las bases del que será el futuro comportamiento de unos y otros.
La convivencia
Hay que tener en cuenta que si entonces la relación entre unos y otros no es buena quizás deberías plantearte si de verdad tu novia y tú queréis dar un paso más y convertirte en el padrastro de sus hijos. En la mayor parte de las familias separadas es la madre la que se queda con la custodia de los niños -o al menos la tiene compartida- por lo que al convivir con ella también se hará con sus hijos.
Puede ser interesante hacer un simulacro de convivencia para ver si funcionaríais como familia. Las vacaciones o los fines de semana son perfectos para ello. Si las riñas son continuas, no hay forma de poneros de acuerdo a la hora de hacer tareas básicas o cualquier conversación acaba en bronca quizás deberíais posponer el iros a vivir juntos.
Esta situación suele darse, especialmente, cuando los hijos se encuentran en la adolescencia. Son unos años conflictivos por norma general y el hecho de que un hombre llegue a su casa para quedarse puede que no lo acaben de ver con buenos ojos. En ese caso se puede optar por esperar un tiempo prudencial, hasta que los hijos hayan crecido un poco y madurado o incluso a que se vayan de casa por cuestión de estudios o trabajo.
Cierto es que unos hijos deberían querer la felicidad de su madre por encima de todas las cosas y aunque vuestra relación se la dé ellos pueden no verlo del mismo modo. Pero ten seguro que si a una mujer le dan a escoger entre sus retoños y su pareja los preferirá a ellos. Has de saber darles tiempo y espacio para entrar en sus vidas.
Cómo conseguirlo
Si quieres formar parte de la vida de los hijos de tu novia lo primero que tienes que hacer es ganarte su confianza. En Bekia hemos preparado varios artículos al respecto pero has de saber -a modo de resumen rápido- que para ello necesitas interesarte por aquello que les gusta a ellos. No has de resultar demasiado invasivo, pero sí mostrarte lo suficiente cercano como para que quieran hacerte partícipe de lo hacen, dicen o piensan.
Al fin y al cabo, si te conviertes en su padrastro vas a formar parte de su familia y eso es una unidad. Hazles partícipes de tus hobbies y tus decisiones y una de ellas es el casarte con tu novia, es decir, su madre. Si son adolescentes hasta puedes pedirles su colaboración en la organización del enlace. Si planteáis mudaros a otra casa o a otra localidad pregúntales qué opinan y ten en cuenta su opinión.
De este modo verán que no eres sólo la pareja de su madre, sino alguien con el que van a convivir y que se preocupa por ellos. Organiza planes para toda la familia, salidas en grupos para estrechar lazos y para que vean que formáis una familia, diferente a la que tenían, pero una familia al fin y al cabo.
Sin embargo no adoptes el rol de padre. Eso sería un error, especialmente si el suyo no ha fallecido y mantienen una relación con él. Las comparaciones y discusiones serían continuadas. Has de saber cuál es tu espacio y que su padre seguirá siéndolo. Tú eres la pareja de su madre y como tal estás para apoyarla a ella, pero no para ejercer de padre. Para eso está el suyo.
En este sentido es recomendable dejar las regañinas y broncas para los progenitores biológicos de los niños, pero al mismo tiempo apoyar las decisiones que respecto al comportamiento de sus hijos haya tomado la madre.
La llegada de los hermanastros
Cada vez es más frecuente encontrar diferentes modelos de familias y puede que tu pareja aporte hijos al matrimonio, pero que tú también lo hagas. Asimismo puede darse la circunstancia de que aparezcan nuevos hijos más tarde. Todo esto puede suponer un cambio de comportamiento en alguno de los niños, incluso aunque sean adolescentes.
La llegada de nuevos hermanos puede ser visto con mucho amor, pero también con recelo, precisamente por miedo a ser dejados de lado por los nuevos bebés. En este caso tanto tú como tu pareja deberías prestar especial atención al comportamiento de los hijos mayores, que puede llegar a volverse infantil e, incluso, violento.
Es su forma de responder ante lo que ellos consideran una amenaza. Y la mejor forma de responder ante ella es con amor. Debes prestarles atención, ni más ni menos que antes, para que vean que tu comportamiento no ha cambiado.
Los celos o el mejor vínculo
Un bebé recién nacido es el centro de atención en cualquier casa, eso es inevitable. Sin embargo, has de procurar ser ecuánime y que los hijos mayores no se vean desplazados por el nuevo. Esto es aplicable tanto para cuando llega un recién nacido a casa como para cuando ya todos han crecido. No hay que evidenciar diferencias en nuestro comportamiento cuando nos relacionamos con los hijos de nuestra pareja o con los nuestros. Si ves un conflicto de celos entre ellos actúa rápidamente para ponerle fin cuanto antes.
Hay que recurrir a lo que comentábamos antes de que la familia es una unidad y que todos los hijos han de ser tratados del mismo modo, con indiferencia de quienes sean sus padres biológicos. Esto se aplica, como no podía ser de otro modo, a la hora de pasar tiempo con ellos, en los momentos en que toca felicitarles por sus logros y también aquellos en los que hay mostrarles tu decepción cuando su comportamiento no ha sido el esperado.