Antes de comenzar con los consejos para tratar las pesadillas en niños, es positivo explicar las diferencias entre estas y los temores nocturnos. Básicamente porque el saber diferenciarlas nos hará tener un mayor conocimiento sobre las mismas y una mayor capacidad de comprensión y acción sobre las mismas.
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Es normal que los niños con tres años comiencen a tener sueños que pueden ser buenos o malos y que normalmente representan factores del día a día. Es posible notar también toques de agresividad, energía excesiva o miedo. Después de los seis años, tu hijo comenzará a entender mejor lo que le sucede, pero hasta entonces, necesitará a alguien que le acompañe y tranquilice explicándole que no es real lo que está viviendo.
En los terrores nocturnos, el niño parece estar despierto, tiene los ojos muy abiertos se encuentra inquieto, llorando o gritando. Si encontramos estos síntomas quiere decir que tu hijo no está despierto pero tampoco está teniendo una pesadilla, sino un terror nocturno. Este es muy angustioso para los miembros de la familia que puedan verlo pero hay que entender que es algo común en la edad preescolar.
Una vez aclarado esto, puedes seguir teniendo dudas ya que a veces es difícil diferenciarlos y es por eso que a continuación explicaré unas pequeñas diferencias sobre las pesadillas en niños.
Diferencias entre pesadillas y terrores nocturnos
Las pesadillas las definimos como un sueño que provoca mucho miedo pero cuando despierte seguramente recuerde algo. En el caso de los temores nocturnos, normalmente no recuerda nada. Las pesadillas suelen producirse al final de la noche, entre las cinco y siete de la mañana. Sin embargo, los terrores nocturnos ocurren entre la una y las tres de la mañana, es decir, a una hora mucho más temprana. Por último, si tu hijo al despertar te reconoce, se da cuenta de tu presencia, se tranquiliza e incluso va a buscarte para que le aportes algo de afectividad, entonces es una pesadilla.
El terror nocturno es tan intenso que puede no reconocerte e incluso gritarte y apartarte. Es por eso que vale más no inmovilizarlo o agobiarlo físicamente. Así que si el niño sufre una pesadilla, seguramente le cueste volver a conciliar el sueño porque es algo que ellos han vivido con mayor realismo. En el caso de los terrores, vuelven a conciliar el sueño de nuevo con facilidad porque no recuerdan nada, no necesitan de afectividad y no llegan a despertarse por completo.
Centrándonos en lo que debemos hacer cuando sufre una pesadilla, estas son algo normal en la vida de los niños. Todos las hemos sufrido y sabemos, si nos paramos a pensar un poco, que lo que normalmente más reconforta es saber que tus padres van a venir a verte después de sufrirlas. Es esencial tener la afectividad de tus padres presente en los momentos posteriores a tener una pesadilla ya que incluso si le siguen pasando, quizá comience a saber lidiarlas si han tenido en sus primeras pesadillas el apoyo, la explicación y el cariño que necesitan.
Si vemos que está teniendo una y podemos observar que está teniendo miedo, en estos casos podemos despertarle, al contrario que ocurre en el sonambulismo. Esto acortará el miedo de tu hijo y realmente le estás haciendo un favor, además de ser un gesto afectivo. Si lo observas por unos momentos y te das cuenta de que el miedo se le pasa al cabo de segundos, quizá no sea necesario cortarle el sueño, pero como ya he dicho, si está de manera intermitente durante un rato o de manera seguida, es bueno despertarlo.
Cómo evitar tener pesadillas
Es importante que el entorno a la hora de ir a la cama sea propicio para no tener pesadillas. Esto se logra evitando que se vaya a la cama demasiado enérgico, por eso los deportes favorecen que se vaya a la cama cansado (además de los factores sociales) y que no vea películas de miedo antes de ir a dormir (o cualquier cosa que no le de miedo). Este momento previo al sueño debe ser tranquilo, relajado y si para acostarlo le lees un cuento, le pones música suave, luz para dormir y les despides dándole un beso o un abrazo, mucho mejor aún. Sobre todo, la afectividad que es un factor esencial.
Debes hablar el tema con él o ella que entienda que todo lo que le dio miedo la noche pasada fue creado por su mente y que no tiene ninguna vinculación con la vida real. Por lo tanto, puedes tratar el tema con tu hijo de manera afectiva e incluso cuando lo veas relajado, hacer alguna broma para hacerle olvidar el mal trago. Transmitirle que vas a estar ahí cuando le ocurra una pesadilla y que no tiene que preocuparse porque tú harás que se acabe. Otra opción es hacer algún truco psicológico, como por ejemplo decirle que has comprado un caza sueños y que no debe preocuparse porque ahora casi todos los males que puedan querer entrar en su habitación se quedarán atrapados en la red. Son todo temas de comunicación que pueden hacer sentir al niño defendido ante esta nueva situación que ha de enfrentar, al igual que con el resto de dificultades que vayan saliendo en su vida.
Ahora bien, si el niño sigue con estos miedos y sigue teniendo pesadillas que le impiden tener una vida normal, es decir, dormir y estar bien descansado, entonces es bueno acudir a un médico para que pueda aconsejarnos en cómo proceder.
Espero que este artículo os ayude, primero, a diferenciar una pesadilla de un terror nocturno para así ahorraros una preocupación mayor y, segundo, a tener ideas para tratar las pesadillas.