Todos los divorcios y las separaciones son procesos complicados, puesto que implica romper algo que ya había y reconstruir desde cero una vida. Es algo que ambas partes de la pareja sufren en su propia piel, independientemente de si el divorcio había sido o no de mutuo acuerdo, independientemente de quién dé el paso. Si hablamos de un matrimonio que, demás, tiene hijos de por medio, es todavía más complicado. Porque no son solo los padres los que ahora se ven obligados a rehacer su vida, sino que los hijos también deben hacerlo.
Cuando hay un divorcio o una separación, lo más recomendable es que los padres guarden en todo momento la compostura y la apariencia delante de los hijos. No se les debe hacer partícipes de las razones por las que se ha acabado el matrimonio, ni se les debe usar como arma arrojadiza, porque serán los hijos los que acaben sufriendo todo esto; si se les trata de enemistar con la otra parte, ya sea con su madre o con su padre, se les estará perjudicando abiertamente. Lo habitual es que haya una custodia compartida y que, a partir de ahí, los hijos puedan disfrutar de estar tanto con su padre como con su madre (o con sus dos padres, o con sus dos madres; no todo tiene que ser una familia tradicional ).
En una situación idílica, los padres se llevarán bien y los hijos serán felices compartiendo tiempo tanto con uno como con el otro. Pero, por desgracia, estas situaciones idílicas no siempre suceden.
En ocasiones, los niños no quieren estar con uno de los dos progenitores. Puede ser por mil motivos diferentes (en los que ahondaremos después), pero todos acaban generando un problema cuando el niño en cuestión no cumple la custodia compartida porque no quiere acudir a casa de uno de los padres. ¿Y qué se hace en esa situación? Depende mucho de la edad del niño en cuestión, y de los motivos que estén causando que no quiera ir a casa de su padre o de su madre; es algo complejo que debe analizarse detenidamente.
La custodia compartida implica que ambos se hagan responsables
Hay que partir de una base muy clara: la Ley marca que, cuando hay una custodia compartida, ambos padres deben hacerse cargo de los hijos. Si uno de los dos no cumple, ya sea porque no se hace cargo o porque no permite que el otro lo haga, estará incumpliendo la ley; y si los niños son pequeños, pese a que sean ellos los que digan que no quieren ir con el otro progenitor, la responsabilidad será del adulto. Podría llegar a haber penas graves, e incluso podría llegar a perder la custodia compartida la persona que está con los hijos en ese momento. Lo mejor es, pues, analizar detenidamente la situación y ver cómo se puede solucionar.
Todo esto depende mucho de la edad. Si los hijos tienen más de doce años, pueden hablar y explicar qué les sucede, explicar su motivación, porque podría ser muy variada: puede que se encuentre más cómodos con su padre porque este esté mejor situado con respecto a su colegio, puede que no se lleven bien con su madre, puede que estén mejor con su madre porque su padre tiene peor carácter o es más estricto... O puede que estemos hablando de casos más graves, relacionados con violencia doméstica, los cuales deberían llevarse inmediatamente al juzgado.
A nivel judicial, la Ley de Enjuiciamiento Civil no permite usar como excusa que el niño no quiere estar con el otro progenitor. Es decir, que a menos que hubiera una motivación real y probada, sería imposible que el niño incumpliera el régimen de visitas impuesto por la custodia compartida sin que eso tuviera repercusión.
Hay que dialogar con los hijos
En todos estos casos, es fundamental siempre dialogar con los hijos, y explicarles la situación. Independientemente de la edad, o de cómo se lleven con un padre o con una madre, se les debe hacer ver que la custodia compartida debe cumplirse. Lo ideal sería poder reunirse todos, al completo, y ver qué está pasando. No sería apropiado ceder en absolutamente todo lo que los hijos expongan, puesto que podrían aprovecharse de la situación y, en ese caso, estaríamos criando lo que a día de hoy se llama "pequeños tiranos". Hay que hacerles ver que esa será su realidad a partir de ahora, y que deben acatarla con serenidad.
Si vemos que realmente hay una motivación real para que ese niño no pueda acudir con su otro progenitor, es necesario hacérselo saber a la Justicia, siendo el propio pequeño el que explique la situación. Estamos hablando de casos muy graves, que no suelen ser los habituales, como violencia doméstica o abusos por parte de uno de los progenitores. Pero es necesario contemplarlo todo, para así poder actuar de la mejor forma.