Cuando se les habla a los padres de depresión infantil, una mayoría no entiende el concepto. Es inimaginable para ellos pensar que sus hijos puedan ser infelices. "Los adultos tenemos que soportar jefes, pagar facturas, la hipoteca, hacer las tareas de casa... Si no tuviese que hacerlo sería feliz, mi hijo no tiene que hacer nada de eso, por lo tanto, no entiendo por qué no es feliz."
La depresión infantil se define como "un trastorno de tristeza mayor que se alarga en el tiempo e intensidad". Tanto niños como adultos tenemos conceptos distintos de lo que es la vida y lo que se puede esperar de ella, por tanto, los criterios para determinar si un niño tiene o no depresión son diferentes a los de los adultos. Por eso, tenemos que aprender a identificar cuando un niño está realmente deprimido y cuando solo está triste. La tristeza en un niño es un sentimiento normal por el que todos pasan de vez en cuando. Por ejemplo, cuando se les muere una mascota con la que tenían una gran vinculación (no un simple pez o un hásmter) o cuando su mejor amigo se va a vivir a otra ciudad. Todos los niños pasarán en algún momento de sus vidas por situaciones parecidas. Cuando hablamos de un estado deprimido en niños, esa tristeza es mucho mayor. Cuando vemos desolación y desesperanza. Cuando le miramos a la cara y nos da la impresión de que ese niño no va a volver a estar alegre nunca más.
Cómo detectar la depresión infantil
Según el manual de los trastornos mentales DSM-IV-TR (APA, 2000), podemos diagnosticar una depresión infantil cuando se presentan al menos cinco de los siguientes síntomas durante dos o más semanas:
1) Estado de ánimo deprimido o irritable : el niño sentirá enfado, ataques de ira, llora fácilmente, frustración, tristeza... Está desesperanzado. El niño se siente culpable, inútil, que no vale para nada... Dice que quiere escaparse de casa, ganas de morir, etc.
2) No siente placer en las actividades o hobbies que solía hacer. Se aísla de los otros niños, no tiene ganas de salir al parque, ya no juega a los juegos que antes le encantaban (futbol, juegos de mesa, consolas, etc)
3)Disminución o aumento (menos frecuente) de peso no esperables para un niño de su edad.
4) Dificultades para dormir o mantener el sueño.
5) Cambios psicomotores : enlentecimiento anormal de los movimientos o excesiva actividad motora. Por ejemplo son niños con un bajo tono de voz o que apenas hablan, que tardan mucho en responder, incapacidad para permanecer sentado, frotarse continuamente las manos, piel, etc.
6) Siente un excesivo cansancio a pesar de que no ha hecho esfuerzos físicos. Le cuesta un mundo hacer tareas o pequeños trabajos, y si los hace, tarda demasiado para un niño de su edad.
7) Sentimientos excesivos de culpa o de que no vale nada. EL niño tiene un concepto de sí mismo muy malo, tiene baja autoestima. En adolescentes además suele presentarse un creciente descenso de aseo personal. En general, estos niños no tiene una evaluación realista de si mismos. Todo lo que le sale mal es una prueba de sus defectos y lo bueno es pura suerte. Pequeños errores pasados le producen sentimientos de responsabilidad que son exagerados y vive el futuro con aprehensión.
8) Dificultades para pensar y tomar decisiones. Tienen falta de concentración y les cuesta acordarse de las cosas, parece que estén en Babia. Niños que se distraen con facilidad, que parecen no escucharte cuando les hablas directamente, por tanto, el rendimiento académico se ve notablemente reducido.
9) Pensamientos relacionados con la muerte o suicidas. Tienen la convicción de que sus seres queridos estarían mejor si ellos muriesen. Los pensamientos recurrentes sobre la muerte o el suicidio son SIEMPRE una alarma que no debe ignorarse nunca, aunque se crea que el niño solo lo dice para llamar la atención. No debemos tentar a la suerte. En algunos casos se han visto niños no solo con tristeza si no también con planes de suicidio elaborados, donde se había fijado el día, la hora y el lugar. Desgraciadamente, un pequeño porcentaje de ellos logran su objetivo.
Por último, estos síntomas no pueden ser producidos por otros problemas como son el uso de medicamentos, enfermedades, efecto de las drogas, pérdida de una persona cercana o un familiar, y por último, presencia de otros trastornos mentales.
Factores de riesgo para la depresión infantil
Como todos sabemos, es mejor prevenir que curar, pero al igual que en otros trastornos o enfermedades no hay unas causas directas que lo produzcan si no que tenemos que hablar de factores de riesgo, aquellos que van a contribuir o facilitar la aparición del problema.
-Vida familiar: quizá el más importante. Un mal ambiente familiar influye a la hora de desarrollar una depresión. Las peleas frecuentes entre padres (más que el divorcio en sí) aumentan las posibilidades en los hijos de desarrollar un trastorno depresivo. Además, tanto el desprecio de los padres como la sobreprotección de los progenitores aumentan las posibilidades. Por último, se ha observado una alta relación cuando uno de los padres tiene un trastorno mental, pero no necesariamente tiene que ser una depresión, puede ser cualquier otro.
-Situaciones estresantes vividas: algunos acontecimientos de la vida cotidiana pueden ser vividos por el niño como una gran fuente de estrés. Por ejemplo el nacimiento de un hermano o la muerte de un familiar cercano.
- Personalidad : los niños que son tímidos e introvertidos son más vulnerables a padecerla. Más aun si el entorno familiar contribuye a ello.
Tratamiento de la depresión infantil
La depresión infantil es compleja y difícil de tratar, su tratamiento no siempre resulta eficaz y puede empeorar con el tiempo: Por eso ante cualquier sospecha tenemos que llevar a nuestro hijo rápidamente a un especialista que nos asesore. La opción más adecuada es un psicólogo o un psiquiatra infantil que le prescribirá un tratamiento al niño y unas pautas de intervención a los padres.
Por nuestra parte, los padres deben apoyar al niño en el proceso de tratamiento.
- Reforzarlo y estimularlo continuamente, proponerle nuevas actividades, intentar pautarle las comidas y los horarios de sueño. Cumplir todas las pautas que nos dé el profesional.
-Por otro lado, las rutinas van a ser muy beneficiosas para los niños porque la mayoría presentan una gran inestabilidad emocional. Seguir unos horarios o costumbres le aportarán bienestar y seguridad.
- Informa a los profesores con el fin de que comprendan la situación por la que está pasando vuestro hijo.
-Por último, pasa más tiempo con él, dedícale más atención, pídele que te ayude con tareas de la casa... Hazle sentirse querido, útil y necesario (que no "necesitado").