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¿Estás enfadado? NO amenaces a tus hijos
¿Estás enfadado? NO amenaces a tus hijos

CRIANZA

¿Estás enfadado? NO amenaces a tus hijos

Cuando te enfadas es posible que amenaces a tus hijos, pero esa NO es una opción viable.

Son muchos los padres que amenazan a sus hijos solo porque creen que de esa manera serán capaces de reconducir su propia conducta. Lo peor de todo es que en muchas de esas ocasiones, después de amenazar no llevan a cabo lo que dicen que van a cumplir. Los niños se dan cuenta de eso y seguirán su mal comportamiento y además, verán que sus padres son blandos porque no cumplen con lo que dicen.

Evita las amenazas

Las amenazas hechas mientras estás enfadado siempre serán irrazonables. Dado que las amenazas solo son efectivas si estás dispuesto a cumplirlas, socavan tu autoridad y hacen que sea menos probable que tus hijos sigan las reglas la próxima vez. 

En cambio, dile a tu hijo que debe pensar en una respuesta adecuada a esta infracción de las reglas.  El suspenso será peor que escuchar una serie de amenazas que saben que no cumplirás.

Controla tu tono

Cuando no amenaces a tus hijos deberás controlar tu tono y escoger bien las palabras. Cuanto más calmado hables, más tranquilo te sentirás y así responderán los demás. De manera similar, el uso de malas palabras u otras palabras altamente cargadas nos altera a nosotros y a nuestro oyente, y la situación se intensifica.  Tenemos el poder de calmarnos o molestarnos a nosotros mismos y a la persona con la que estamos hablando por nuestro propio tono de voz y elección de palabras. Recuerda que eres quien debe modelar el comportamiento a tus hijos.

Cuando no amenaces a tus hijos deberás controlar tu tono y escoger bien las palabrasCuando no amenaces a tus hijos deberás controlar tu tono y escoger bien las palabras

No amenazas... pero, ¿sigues con el enfado?

No te apegues a tu ira. Una vez que te hayas escuchado y hayas hecho los cambios apropiados, suéltalo. Si eso no funciona, recuerda que la ira siempre es una defensa. Nos protege de sentirnos vulnerables. Para deshacerte de la ira, mira el dolor o el miedo que se esconde bajo esa ira.

Tal vez las rabietas de tu hijo te asusten, o tu hija esté tan obsesionada con sus amigas que ignora a la familia, lo que te duele realmente. Una vez que aceptes esas emociones subyacentes y te permitas sentirlas, tu ira se disipará. Será más capaz de intervenir constructivamente con tu hijo para resolver lo que parecía un problema insuperable.  

Formas aceptables de manejar la ira

En algún momento en que las cosas en tu casa están en calma, habla con tus hijos sobre formas aceptables de manejar la ira para todos. ¿Alguna vez está bien golpear a otros? ¿Está bien tirar cosas? ¿Está bien gritar? Recuerda que, dado que tú eres el modelo a seguir, las reglas que se aplican a tu hijo también se te aplican a ti.

Después, haz una lista de las formas aceptables de controlar el enfado y colócala en tu nevera donde todos los miembros de la familia puedan leerla con regularidad. Deja que tus hijos lo vean cuando comiencen a enfadarse. Algunos ejemplos pueden ser:

  • 'Di lo que piensas sin atacar a los demás'
  • 'Pon música y baila tus cosas enfadadas'
  • 'Cuando quieras pegar a alguien, ¡aplaude con las manos!'
  • Si te sientes enfadado... ¡sonríe!
Cada interacción negativa con tu hijo usa un valioso capital de relaciónCada interacción negativa con tu hijo usa un valioso capital de relación

Elige tus batallas

Cada interacción negativa con tu hijo usa un valioso capital de relación. Concéntrate en lo que importa, como la forma en que tu hijo trata a otras personas. En el esquema más amplio de cosas, su chaqueta en el suelo puede enfadarte, pero no vale la pena poner en rojo la cuenta bancaria de tu relación. Recuerda que cuanto más positiva y conectada esté tu relación con tu hijo, es más probable que siga tu dirección y ejemplo.

Tú también eres parte del problema

Si estás abierto al crecimiento emocional, tu hijo siempre te mostrará dónde necesitas trabajar en ti mismo. Si no lo eres, es difícil ser un padre pacífico, porque todo te llevará a actuar como tu peor versión. En cada interacción con tu hijo, tienes el poder de calmar o intensificar la situación.  Tu hijo puede estar actuando de manera que lo agrave, pero tú no eres una víctima indefensa.

Toma la responsabilidad de manejar tus propias emociones primero. Es posible que tu hijo no se convierta en un pequeño ángel de la noche a la mañana, pero se sorprenderá al ver cuánto menos enfadado actúa tu hijo una vez que aprende a mantenerse tranquilo frente a tu ira.

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