La envida está considerado como uno de los puntos flacos de nuestra sociedad. En ocasiones acarrea grandes problemas y conflictos en nuestra vida (ruptura de lazos familiares, sociales, etc.). La envida nos hace tremendamente insatisfechos e infelices y en muchas ocasiones, nos olvidamos de valorar aquello que tenemos por desear lo que tienen los demás. La presencia de este sentimiento en el niño resulta alarmante para los padres, sobre todo porque surgen determinadas dudas del tipo: ¿cómo habrá surgido?, ¿por qué?, ¿es normal o debo preocuparme?, ¿qué hago para evitarlo?
Qué es la envidia
La envidia es una manifestación muy común en los niños. Se define como un malestar o sentimiento negativo que genera dolor por no poseer lo mismo que tiene el otro. En este sentido, no sólo hablaríamos de cosas materiales (dinero, juguetes, viajes...), sino también de cuestiones sentimentales (cariño, respeto, cualidades personales, atención de otras personas...). La envidia es calificada como un sentimiento negativo y universal, ya que todos la sentimos alguna vez a lo largo de nuestra vida, en mayor o menor medida. Mientras que en el niño se da en relación con un objeto que quiere y no tiene, en etapas posteriores los sentimientos de inferioridad o baja autoestima pueden provocar envidia en el adolescente o el adulto. Además, tiene repercusiones negativas sobre la autoestima, generando sentimientos de insatisfacción vital, inseguridad e inferioridad.
En la edad infantil, la envidia tiene muchas manifestaciones: berrinches, rabietas, agresividad, llanto, falta de comunicación, comportamiento rebelde, etc. e identificar el origen de estas conductas en el niño no es tarea fácil.
Por qué los niños sienten envidia
La envidia puede estar provocada por la incapacidad del niño de regular sus propias emociones, donde la inteligencia emocional, una vez más, juega un papel fundamental. Asimismo, también puede estar causada por un problema de autoestima.
Es muy habitual observar en niños pequeños que la envidia no surge por aquello que no se tiene sino, por aquello que tiene el otro y que yo no tengo. Es muy probable que una vez conseguido el objeto deseado, a los pocos minutos pierda su gracia y sea olvidado.
A su vez, la envidia es parte del desarrollo del niño, de su parte emocional. Aunque es calificado como un sentimiento negativo, es normal su aparición, por tanto no hay que censurarla y no debemos recriminar o castigar al niño. Lo que el niño necesita es aprender a identificarla y a canalizarla.
La envidia está muy relacionada con la frustración. En este sentido el niño debe aprender a tolerar los tiempos, a entender que no todo se consigue de forma inmediata y a cultivar la paciencia. Debemos inculcar en el niño la cultura del esfuerzo: todo resultado debe ser producto del aprendizaje y del esfuerzo y eso conlleva tiempo. En este sentido, la envidia puede convertirse en un móvil de actuación: afán de superación propio.
La envida en muchas ocasiones es producto de una baja autoestima. Los adultos contribuimos en el autoconcepto del niño. Los mensajes que enviamos pueden dañar su autoconcepto, considerándose inferior a otras personas por no ser o no tener otras cosas que otros sí tienen ("Mira a Juanito, él sí que es bueno que nunca pega a los demás...").
Es muy frecuente que los niños confundan la envidia con la admiración. En esta línea, los adultos deben ayudar al niño a distinguirlo. La admiración sería un sentimiento positivo que llevaría al niño a valorar y buscar la semejanza con la persona que admira, a querer parecerse y a luchar por ello y no iría ligado a sentimientos de odio, rabia y rencor asociados a la envidia.
Cómo abordar la envidia en los niños
A continuación, se presentan una serie de recomendaciones sobre cómo ayudar al niño a identificar y a canalizar este sentimiento:
1. Es importante que los padres enseñen al niño que no se puede tener todo en la vida, que intenten calmarles y razonen con ellos.
2. La cultura del esfuerzo: se debe transmitir a los niños el valor del esfuerzo. Todo esfuerzo tendrá su recompensa, todo lo bueno se hace esperar y es fruto del propio hacer.
3. Enseñar a tolerar la frustración. Debemos enseñar a los niños que no es malo ser pacientes, saber esperar. Además, no todo sale bien a la primera o puede que no salga bien o haya cosas que no podamos conseguir.
4. Los mensajes que se transmiten al niño son clave. No se debe realizar críticas y comparaciones con otros niños. Asimismo, los mensajes deben ir referidos a actos y conductas, de tal manera que lo que no es acertado es el comportamiento del niño y no su forma de ser.
5. Los niños tienden a imitar la conducta de los mayores. Evita comentarios y acciones envidiosas.
6. Es imprescindible enseñar al niño los valores fundamentales para la vida y a centrarse en sus objetivos y no en los de los demás.
7. Combate este sentimiento con muestras de cariño y grandes dosis de paciencia. El niño debe sentirse querido y aceptado tal y como es, y no por no tener lo que otros tienen.
8. Ayúdale a tolerar sus defectos y a valorar sus cualidades. Asimismo, es importante que el niño sea consciente de todo lo bueno que tiene a su alrededor (familia, techo y comida, amigos, juguetes...). Sobre todo, en cuestiones no tangibles. El niño debe saber que las mejores cosas de la vida no son cosas.
9. La envidia genera ansiedad, ayúdale a canalizar esa ansiedad ante los deseos no cumplidos.
10. Hay que hacer hincapié en lo que hacen bien y en sus cualidades. Así, les ayudamos a enfrentarse a situaciones y a autocontrolarse, sobre todo en esos momentos en el que las rabietas y pataletas están a la orden del día.
11. Recursos: la inteligencia emocional se puede trabajar a través de muchos recursos de fácil acceso (cuentos, talleres, etc.). Algunos cuentos ayudaran a entender e ilustrar este sentimiento y a reforzar conductas positivas. Entre ellos podemos encontrar: 'Gato rojo, gato azul', de Jenni Desmond; 'Envidia', de Violeta Monreal; 'Cuando siento envidia', de Molly Wigand, y 'Mi prima Carolina', de Michael Morpurgo.