Los padres pueden sentirse enfadados y es algo bastante habitual. Existe una creencia de que hay que mostrar el enfado para que no nos afecte, pero no hay nada constructivo en expresar el enfado a otra persona... siempre que se haga bien. Expresar ira mientras estamos enfadados en realidad nos enfurece más. Esto a su vez hace que la otra persona se sienta herida y asustada, por lo que se enfada también más. No es sorprendente que, en lugar de resolver cualquier cosa, esto profundice la ruptura en una relación.
Es más, expresar enfado no es realmente auténtico. La ira es un ataque hacia la otra persona, porque te sientes muy molesto por dentro. La verdadera autenticidad estaría expresando el dolor o el miedo que está causando la ira, lo que podrías hacer con otra persona de tu edad. Pero con tu hijo, tu trabajo es controlar tus propias emociones, no ponerlas sobre tu hijo, por lo que necesitas medir más tus reacciones para modelar un buen comportamiento.
La respuesta está clara: SIEMPRE tendrás que calmarte primero. Después, considera cuál es el mensaje más profundo de la ira, antes de tomar decisiones sobre qué decir y hacer.
ESPERA siempre
Siempre tendrás que esperarte antes de disciplinar. NUNCA hagas nada mientras estés enfadado. Si te enfadas simplemente di cosas como: 'No puedo creer que hayas pegado a tu hermano después de que hayamos hablado que eso no está bien y que duele. Necesito pensar sobre esto y lo hablaremos más tarde. Hasta entonces, espero que te comportes mejor'.
Después toma un descanso de 10 minutos para entrar en calma. No repitas la situación en tu mente, porque entonces solo te enfadarás aún más. En lugar de esto utiliza técnicas para calmarte. Pero si ya has tenido tus 10 minutos de espera y aún no te sientes tranquilo como para relacionarte constructivamente con tu hijo, no dudes en suspender la conversación para más tarde. Puedes decirle algo como: 'Quiero pensar en lo que acaba de pasar y hablaremos de esto más tarde. Mientras tanto, necesito preparar la cena y necesitar acabar tu tarea'.
Después de la cena, siéntate con tu hijo y, si es necesario, establece límites firmes. Pero podrás escuchar mejor su postura y responder con límites razonables, exigibles y respetuosos a su comportamiento.
Jamás emplees la fuerza física, pase lo que pase
El 85% de los adolescentes dice haber sido abofeteado o azotado por sus padres (Journal of Psychopathology, 2007). Sin embargo, estudio tras estudio se ha demostrado que cualquier castigo físico tiene un impacto negativo en el desarrollo de los niños que dura toda la vida. La Academia Americana de Pediatría está totalmente en contra de los castigos físicos.
Hay quienes opinan que quizá la epidemia que existe actualmente en los adultos de ansiedad y depresión se debe en parte a las secuelas de que muchos de ellos crecieron con adultos que les hacían daño a nivel físico y emocional. Muchos padres minimizan la violencia física que sufrieron, porque el dolor emocional es demasiado grande para reconocerlo. Pero reprimir el dolor sufrido en la infancia nos hace más propensos a golpear a nuestros propios hijos.
Las nalgadas pueden hacer que te sientas mejor temporalmente porque descarga tu ira, pero es malo para tu hijo y, en última instancia, sabotea todo lo positivo que haces como padre. Nalgadas, e incluso bofetadas, es maltrato físico. Incluso hay algunas pruebas de que las nalgadas son adictivas para los padres, porque te dan una forma de descargar ese malestar y sentirte mejor. Pero hay mejores maneras de sentirse mejor, sin tener que lastimar física y emocionalmente a tu hijo.
Haz lo que sea necesario para controlarte, incluso sal a pasear si es posible, pero no puedes controlarte si recurres a la fuerza física. Si alguna vez te excedes con tu hijo por poco que sea, tendrás que disculparte por haberlo hecho. Dile que golpear o gritar no está bien y que buscarás ayuda para que no te vuelva a pasar. Y después, busca esa ayuda. Tus hijos merecen todo lo bueno que puedas hacer por ellos, y en ningún caso merecen tu agresividad o tu descontrol emocional.