Cuando se lleva a cabo una fecundación in vitro, o una FIV, hay que tener en cuenta una gran cantidad de factores para que todo salga tal y como debería, para que haya embarazo. Uno de los puntos más importantes es que los embriones, o blastocistos, dependiendo del estadio en el que se encuentren, deben tener una calidad mínima; esta calidad debe garantizarse antes de transferirlos al útero. Y es que si se lleva a cabo la implantación de blastocistos de mala calidad, lo más probable es que el proceso acabe en aborto y la FIV no haya servido de absolutamente nada. No debemos olvidar que la FIV es un proceso complejo y, sobre todo, caro. No todo el mundo puede permitírselo, y hay gente que hace un esfuerzo increíble para poder someterse al mismo; no pueden correr el riesgo de que la implantación falle por ser los embriones de mala calidad. En España podemos someternos a ella por la Seguridad Social, pero no podemos elegir el número de intentos.
Por eso es fundamental conocer a ciencia cierta la calidad de los blastocitos antes de llevar a cabo el proceso de implantación. Son los embriológos, los especialistas, los que se encargan de analizar detenidamente las características de cada blastocisto para así saber cuál deben implantar y cuál no. La gente que se somete a FIV normalmente ya ha pasado por algún aborto, o ha sufrido con el tema de tener hijos, y el hecho de que suceda algo durante el embarazo podría ser muy perjudicial psicológicamente.
Cómo se mide la calidad embrionaria
Lo habitual es que durante el proceso de FIV se obtenga más de un embrión, con lo cual lo mejor es clasificarlos para así poder decidir cuáles de ellos tienen más posibilidad de, una vez implantados, dar lugar a un embarazo. El proceso no es sencillo, y requiere una investigación bastante minuciosa; se debe medir su morfología al completo, así como su evolución durante los días que pasan en el cultivo.
Durante el primer día, los embriones deberían pasar a ser cigotos. Lo que se debe averiguar en ese momento es si realmente se ha producido la fecundación, si los embriones ahora han pasado a ser posibles fetos. El citoplasma del cigoto debe ser lo más uniforme y claro posible para así poder considerarlo un embrión viable y de buena calidad. En el segundo día, los embriones deben pasar a tener cuatro células, que responden al nombre blastómeras. Es entonces cuando se debe ver si estas blastómeras son simétricas y tienen el mismo tamaño, más o menos; además, las células deben tener un único núcleo.
Al pasar al tercer día, estas cuatro células deben haber pasado a ser ocho. Se analiza lo mismo que se analizó anteriormente con las cuatro células, pero ahora con ocho. Los embriones ya están listos para ser implantados, aunque también pueden mantenerse en la incubadora durante dos o tres días para ser implantados después. Es preferible, puesto que es en el día quinto cuando los embriones pasan a ser blastocistos, y es entonces el momento perfecto para ser implantados. El blastocisto es el último estadio que debe alcanzar el embrión antes de pasar a ser introducido en el útero y comenzar el proceso de gestación.
Distintos tipos de calidad
Es en el día tres en el que se le asigna a los embriones una calidad determinada, al igual que a los blastocistos. Dependiendo del estadio en el que se encuentren, si son embriones o blastocistos, recibirán una categoría u otra. Vamos a ver primero las categorías de los embriones tempranos, y posteriormente pasaremos a echar una ojeada a la calidad de los blastocistos.
Los embriones se dividen en 4 categorías según su calidad
Esto no implica que un embrión de categoría D no vaya a conseguir implantarse nunca; pueden darse casos en los que estos embriones consigan implantarse, por supuesto. Pero lo cierto es que es mucho más complicado, y habiendo embriones de categoría A o B, siempre será mejor optar por estos.
Además de la calidad de los embriones, hay que tener también en cuenta la calidad de los blastocistos. Esto es algo más complejo, puesto que hay que analizar tanto el grado de expansión del blastocisto como la calidad de su masa celular interna y la calidad del trofoectodermo. Es por eso que se les cataloga con un número y dos letras. Dependiendo de si los blastocistos se encuentran más o menos expandidos, se les da un grado u otro; los del grado 1 son los que menos se han expandido, mientras que los del grado 5 han conseguido ya hasta eclosionar. Se busca siempre que los blastocistos se encuentren en un grado 3, es decir, siendo un blastocisto expandido.
Cuando hablamos de la masa celular interna, que es la primera letra que se indica, vemos que hay cuatro categorías. La categoría que más se busca es la A, puesto que es la que señala que el blastocisto tiene numerosas células y forma una estructura compacta; el caso opuesto sería la categoría D, que son células con signos de degeneración. Pero, además de esto, el trofoectodermo debe tener una única capa. Se clasifican también en cuatro categorías, que vienen a indicar más o menos lo mismo que las cuatro categorías anteriores; la preferible es la A, ya que nos habla de un blastocisto homogéneo, cohesionado y con una gran cantidad de células.
Una catalogación distinta para los blastocistos
Hasta hace poco, la catalogación de la calidad de los blastocistos era la que os acabamos de mencionar. Pero ahora la Asociación para el Estudio de la Biología de la Reproducción ha propuesto una clasificación diferente, haciendo hincapié en la morfología del trofoectodermo, puesto que es lo que consideran fundamental. En esta nueva catalogación, se habla de la calidad de los blastocistos con una sola letra, que menciona tanto la calidad de la masa celular como del trofoectodermo, priorizando siempre la calidad de este último.
La FIV es un proceso complicado y, como tal, todo lo relacionado con ella es difícil de explicar. No obstante, merece la pena indagar y conocer todo lo relacionado con la calidad de los embriones y de los blastocistos antes de someterse a una FIV, para así saber de qué hablan los médicos en cada momento.