Dormir bien es imprescindible para el crecimiento y desarrollo de cualquier niño. La cantidad de horas y la calidad del tiempo de descanso son responsabilidad de los padres y, en muchas ocasiones, el origen de más de un quebradero de cabeza entre los progenitores. Aquí te revelamos algunas de las claves para ayudar al niño a desarrollar unos buenos hábitos de descanso. Si tu hijo tiene entre 3 y 5 años presta atención a los consejos que te ofrecemos a continuación.
¿Cuántas horas debe dormir mi hijo?
Las necesidades del niño varían a medida que va creciendo. La actividad diaria del pequeño aumenta y las horas de sueño disminuyen. No obstante, los menores en edad preescolar -entre 3 y 5 años- todavía necesitan destinar un elevado número de horas al descanso, tanto nocturno como a lo largo del día.
Es habitual que los niños de estas edades todavía necesiten tomar una siesta durante el día para recuperarse del desgaste de energía. Los pediatras señalan que es alrededor de los 5 años cuando esta necesidad de dedicar un tiempo al sueño durante el día desaparece. No obstante, cada niño presenta necesidades diferentes. Si el pequeños se niega a dormir siesta puede que ya no la necesite. Aun así, acostúmbrale a tener un tiempo de sosiego y tranquilidad para recuperar la calma durante el día.
Los niños en edad preescolar necesitan, por normal general, unas 12 horas de sueño diarias. Este periodo suele repartirse entre 10 horas de descanso nocturno y unas dos horas de siesta, aunque no se trata de cifras inamovibles. Lo importante es establecer unas pautas que faciliten al pequeño un descanso suficiente y de calidad.
Rutinas para dormir
Es recomendable que los niños tengan desde muy temprana edad unos hábitos de descanso saludables. Establecer rutinas firmes a la hora de ir a la cama corre a cargo de los padres. Estas rutinas suelen adoptarse desde los primeros meses de vida del niño. Si llegada la edad preescolar todavía no las has aplicado, presta atención a nuestras recomendaciones.
La hora de irse a la cama puede convertirse en una batalla campal si no acostumbras al niño a seguir una rutina saludable para dormir. Dedica un tiempo a realizar juegos o actividades tranquilas con tu hijo antes de irse a la cama. Leed juntos un cuento, escuchad música tranquila o dale un baño. Unos 30 minutos serán suficientes para recobrar la calma tras el ajetreo y actividades realizadas durante el día.
A continuación, permítele escoger su pijama -siempre teniendo en cuenta que sea el apropiado para cada época del año-, haz que se cepille los dientes y que se meta en la cama. Es habitual que, si no están acostumbrados a estos hábitos, se sucedan los llantos y protestas. Es importante no ceder ante los deseos del niño para que se acostumbre a estas rutinas y a respetar sus propias horas de descanso.
Facilítale la labor proporcionándole una habitación cómoda y acorde a sus necesidades. La temperatura de la habitación debe encontrarse entre los 20 y los 14 grados; debe estar aislada de ruidos externos; y contar con una iluminación apropiada. No es necesario que el niño duerma con total oscuridad. Muchos preescolares tienen miedo a la oscuridad, una luz tenue les ayudará a sentirse seguros y protegidos.
Una vez en la cama, despídete del niño con un beso de buenas noches y sal de la habitación. Si cedes a sus peticiones para seguir a su lado hasta que se duerma, harás un flaco favor a tu hijo. Explícale que la hora de juegos y actividades ha acabado y que tiene que irse a la cama, tiene la edad suficiente para comprenderlo.
Los niños necesitan dormir independientemente de dónde estén sus padres y con esas concesiones no desarrollarán un patrón de conducta saludable. Sin embargo, siempre hay excepciones. Es entre los 3 y 5 años cuando los pequeños suelen sufrir alteraciones del sueño tales como pesadillas y terrores nocturnos.
Alteraciones del sueño: pesadillas y terrores nocturnos
Es importante conocer la diferencia entre las pesadillas y los terrores nocturnos para saber cómo actuar ante las alteraciones del sueño del niño. Estos problemas son habituales entre los menores en edad preescolar y, en la mayoría de los casos, desaparecen con el tiempo. En caso de que persistan o afecten demasiado al niño, acude al pediatra en busca de ayuda.
Los terrores nocturnos suelen darse en las primeras horas de la noche. El pequeño se despierta asustado, gritando e incluso con sudores. Es importante que note la presencia de sus padres para tranquilizarse. Sin embargo, no debes preguntar al pequeño por lo suecedido en ese momento. El nivel de consciencia no es total. Probablemente no recuerde lo sucedido y tus preguntas sólo contribuyan a despejarlo demasiado y a que le resulta más complicado conciliar el sueño de nuevo.
Las pesadillas, por su parte, son más frecuentes al final de la noche. En este caso el pequeño sí suele recordar el sueño. No obstante, intenta tranquilizarle para que vuelva a dormirse. Hablar de la pesadilla puede ayudarles, pero sólo en ocasiones.
Si tu hijo no sufre ninguna de estas alteraciones del sueño pero aún así no disfruta de un descanso de calidad, modifica sus pautas de comportamiento. El niño que no duerme lo suficiente suele presentar problemas de irritabilidad y falta de atención que pueden pasarle factura en su desarrollo. Observa a tu hijo y edúcale para que crezca sano.