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Intolerancia a la fructosa en niños
Intolerancia a la fructosa en niños

AFECCIÓN POCO COMÚN

Intolerancia a la fructosa en niños

Esta afección, que no debe confundirse con una malabsorción de la fructosa, es una condición hereditaria que no tiene tratamiento y que el pequeño empieza a evidenciar desde el principio.

La intolerancia hereditaria a la fructosa, también conocida como IHF, es una condición muy poco común que destaca por ser hereditaria. Es decir, el niño comienza a mostrar los síntomas desde el primer momento en el que incorpora otros alimentos a su dieta más allá de la leche materna.

Sin embargo, no hay que confundir la intolerancia con la malabsorción de la fructosa, una afección que es bastante más común -afectando a 1 de cada 5 personas- en el que el intestino no metaboliza la fructosa y ésta pasa del intestino delgado al grueso generando molestos síntomas como gases, dolor o hinchazón abdominal. Esta afección se diagnostica a través de un test de hidrógeno espirado y no conlleva una dieta tan estricta, ya que se permite el consumo de cantidades limitadas de fructosa.

Por otra parte, la intolerancia hereditaria a la fructosa se diagnostica a través de un test genérico ya que es crónico y no hay ningún tratamiento que pueda paliar la afección. La razón de esta enfermedad se debe a la carencia de una enzima hepática llamada aldolasa B, que es la que metaboliza la fructosa para que luego ésta sea absorbida por el intestino. Sin embargo, al no poder metabolizarse la fructosa, ésta acaba transformándose en sustancias tóxicas que pueden dañar gravemente el organismo del pequeño, por lo que su dieta debe ser muy estricta y evitando a toda costa cualquier alimento que contenga fructosa. Esta sustancia es el azúcar que se encuentra de manera natural en las verduras y en algunas frutas, así como en la miel de las abejas.

Las señales de que un niño sufre una intolerancia a la fructosa son bastante clarasLas señales de que un niño sufre una intolerancia a la fructosa son bastante claras

Síntomas de la afección

Las señales de que un niño sufre una intolerancia a la fructosa son bastante claras, aunque pueden confundirse con una malabsorción o con otro tipo de intolerancia. Sin embargo, con las pruebas pertinentes un médico podrá dar un diagnóstico correcto. Algunos de los síntomas que muestran los niños con IHF son:

  • Molestias estomacales en forma de náuseas, vómitos, deshidratación, dolor o falta de apetito. Esto puede traducirse muchas veces en que el pequeño no gana peso o le cuesta mucho.

  • Cansancio que puede derivar en irritabilidad e, incluso, en un bajo estado de ánimo. Y es que el intestino de los niños que sufren esta afección se irrita cada vez que consumen fructosa. Si los padres desconocen la situación y continúan con una dieta alta en fructosa, el intestino no estará en plenas facultades para sintetizar el triptófano de los alimentos. Éste es el neurotransmisor encargado de producir la hormona serotonina, la también conocida como 'hormona de la felicidad'.

  • El pequeño rechaza comer fruta o dulces, ya que siente que esos alimentos le provocan dolor de estómago.

  • Niveles de azúcar bajos en sangre, una condición conocida como hipoglucemia.

  • Afecciones hepáticas o trastornos del riñón.

  • El pequeño se pone enfermo con mucha facilidad. Esto se debe a que el consumo de fructosa provoca una alteración de su flora intestinal, lo que incide en un sistema inmunológico con pocas defensas. Y es que el ácido fólico o el zinc, dos sustancias imprescindibles para un sistema inmunitario óptimo, no son asimilados de manera correcta.

Consejos y pautas para los padres

La IHF es una afección que no debe generar un impacto en la vida del pequeño, más allá de saber cuáles son los alimentos que debe comer y cuáles no. Para que esto sea así y que el niño no piense que está siendo castigado o que es diferente respecto a sus compañeros es imprescindible que los padres normalicen la situación y hagan entender al pequeño su condición desde el principio. Y es que, al ser una enfermedad irreversible, el niño va a tener que convivir con ella durante toda su vida. Algunas formas de hacerlo son:

  • Si los compañeros de colegio del pequeño acuden al comedor, que él también lo haga. Y es que no hay ningún problema mientras se avise al centro de su intolerancia para que le preparen un menú especial. Quizá al principio haya que vigilar al niño que, viendo que tiene que comer algo diferente a sus amigos, intente probar de otros platos. Sin embargo, éste poco a poco empezará a entender que tiene que cuidar su alimentación.

  • Realizar actividades escolares y deportes con normalidad, ya que la IHF no produce ningún impedimento físico más allá de tener que cuidar la alimentación. Eso sí, en caso de que el pequeño sufra un desgaste físico elevado, quizá haya que consultar con un médico por si tuviera que consumir algún suplemento nutricional.

  • En casa no dar demasiada importancia a la enfermedad, intentado en lo máximo posible hacer comidas aptas para el pequeño y que coman toda la familia para que no se sienta diferente.

 La intolerancia hereditaria a la fructosa es una afección crónicaLa intolerancia hereditaria a la fructosa es una afección crónica

Dieta para los niños con IHF

Como se indicaba, la intolerancia hereditaria a la fructosa es una afección crónica que no tiene cura ni tratamiento más allá de llevar una dieta adecuada totalmente libre de fructosa. Algunas pautas para ello son:

  • Leer atentamente las etiquetas de los alimentos para comprobar si efectivamente están libres de fructosa. Y es que pesar de que éste es el azúcar natural de las frutas, en la industria también se utiliza para otros productos como galletas o zumos. En caso de que haya dudas o la etiqueta no exprese de manera clara si el producto lleva fructosa o no, lo mejor es evitarlo.

  • Cuidado con los productos 'sin azúcar' como es el caso de los chicles, las gominolas o los zumos. Estos alimentos suelen contener fructosa o sorbitol como sustitutivo del azúcar.

  • Evitar la miel natural de las abejas.

  • Cuidado con los zumos naturales y la fruta, tanto fresca como deshidratada.

  • Hortalizas y verduras como las zanahorias, la calabaza, el boniato o la remolacha deben evitarse. También extremar la precaución con el brócoli, el calabacín, el pepino, la berenjena, el tomate o las judías verdes.

  • Evitar productos lácteos azucarados o con sabores, así como los frutos secos como las nueces.

  • La carne está permitida, siempre y cuando no sean embutidos procesados. Lo mismo ocurre con el pescado.

  • Los cereales pueden incluirse en la dieta de forma normal como la harina, arroz, maíz, avena, pan, pasta...

En todo caso, es imprescindible que cuando un hijo sea diagnosticado con IHF, los padres se informen rápidamente de cuales son las pautas que seguir y todos los alimentos que deben incluirse o no en la dieta del niño. Un médico o un nutricionista sabrá aconsejar a los progenitores a la hora de tratar esta afección que sufre el pequeño para, poco a poco, normalizar la situación e incluirla en la vida del niño como algo corriente. Además, también se pueden encontrar muchas asociaciones de personas que sufren intolerancia a la fructosa con las que se puede contactar para recibir información de primera mano acerca de esta enfermedad.

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