A menudo relacionamos el perfeccionismo con un "defecto bueno". Cuando un padre dice que su hijo es demasiado perfeccionista en realidad lo hace con un toque de orgullo, una forma de decir que su niño no se conforma con cualquier cosa, que se exige mucho a si mismo. Pero ¿hasta que punto es esto bueno? Es cierto, hay niños que son más críticos consigo mismos y se ponen altas expectativas en sus tareas diarias. Por ejemplo, dos niños pueden haber obtenido ambos un 9 en un examen, para uno puede ser una nota magnífica, sin embargo el otro puede vivirlo como una desgracia porque él quería un 10. Ese examen con tan buen resultado al final se convierte en una fuente de ansiedad. Si este caso te suena familiar, tal vez deberías preguntarte si tu hijo podría ser demasiado perfeccionista.
¿Por qué mi hijo es tan perfeccionista?
Los niños desde que nacen intentan agradar a sus padres y llamar su atención. Muchos lo consiguen a malas, montando rabietas o comportándose mal, otros lo hacen al revés, llaman su atención haciéndoles sentir orgullosos, realizando muy bien sus tareas escolares o domésticas. Este comportamiento puede parecernos idílico, sin embargo, si se lleva al extremo dará lugar a un niño infeliz que no va a disfrutar de una infancia plena, básicamente porque se la está perdiendo.
Los padres y los profesores fomentan muchas veces (a veces sin quererlo) esta forma de comportamiento. Desde siempre los padres son un modelo para el niño, un modelo al cual imitar y también al que quieren agradar. Por otro lado, a menudo los padres proyectan en sus hijos pequeños ciertas expectativas que tal vez las quisieron para ellos en el pasado pero que no pudieron conseguir, o tal vez expectativas que les gustaría que sus hijos tuviesen. De primeras, puede parecer positivo, ¿quién no quiere que su hijo sea el mejor? Ya sabéis, inteligente, trabajador, que hable 5 idiomas y que además toque el violín divinamente. Sin embargo, como no todos somos iguales tenemos que aprender que lo que creemos que es mejor para el niño, no tiene porque serlo en la vida real. Tenemos que conocer los límites de nuestros hijos y exigirles en función de ellos para no causarle ansiedad. También es importante valorar otras cosas y no solo los resultados en las tareas.
Recuerda que un niño demasiado perfeccionista es un niño que nunca va a ser feliz del todo porque siempre va a sentir ansiedad cuando las cosas no salen como a él le gustaría y se lo lleva todo a lo personal. Por ejemplo, si un examen sacan menos nota de la que creen que merecen, el niño perfeccionista en vez de pensar "era muy difícil" o "la próxima vez lo haré mejor", piensa "parezco tonto", "soy un desastre" o cosas por el estilo. Los adultos perfeccionistas aun diferencian cuándo es o no es la culpa de uno mismo, pero los niños aun no tienen adquirido ese filtro.
¿Cómo puedo ayudar a un niño perfeccionista?
1. Reflexiona sobre tu actitud
Como su principal modelo de conducta valora sobre la forma que tienes de enfrentarte al fracaso. Si por ejemplo tu hijo te ve lamentándote de manera exagerada por un error que has cometido ("¿cómo es posible que haya hecho esto? ¡es horrible! ¡me van a despedir!") ten por seguro que tenderá a hacer lo mismo. Le estás transmitiendo negatividad y ansiedad. Conciénciate además de que esta forma de pensar tampoco es sana para ti.
2. No minimices ni maximices sus éxitos
Si tu hijo es demasiado perfeccionista debes rebajar tu nivel de exigencia hacia él. Por ejemplo, si el niño te da las notas ilusionado porque ha sacado 2 sobresalientes, celébralo y no le hagas falsos halagos del estilo: "Si si, Muy Bien en Lengua, pero solo tienes un Bien en Matemáticas". No hay cosa que más baje el autoestima que tapen un logro con una nueva exigencia. Más que valorar los resultados tienes que valorar el esfuerzo que ha hecho. Es vital que los niños aprendan que los padres le quieren de manera incondicional y que estos sentimientos no van a variar, independientemente de la nota que pongan en sus boletines.
Por otro lado, tampoco es bueno que exageres sus logros o sus talentos porque el niño aprenderá que parte de tu cariño viene porque es bueno en "X" y puede llevar a que acaben dependiendo de la atención que le das cuando tienen éxito. Ellos deben querer tener éxito no tanto por lo que tú les digas si no para que ellos mismos se sientan orgullosos y bien de lo que hacen.
3. Enséñale a fracasar
Todo el mundo fracasa de vez en cuando y no por ello el mundo se termina. Explícale que lo importante es que él se ha esforzado y le ha puesto ganas pero que no va a ser peor por haber fallado porque no todo lo podemos controlar ni podemos salirnos siempre con la nuestra. Si tus hijos aceptan el fracaso, al final acabarán valorando más sus logros.
Para ello, puedes jugar con él a distintos juegos y dejar que gane o pierda a partes más o menos iguales, con el fin de que vea que no pasa nada si no gana la partida, e incluso que puede ser divertido. La actitud que tu tengas ante el juego también le va a influir. Es decir, si ve como te enrrabietas por perder en un juego no esperes que de la noche a la mañana tu hio tenga un buen perder.
4. Evita las comparaciones
Nunca compares a tu hijo con el hermano, el vecino o el primo del vecino... Aunque tu lo hagas con la mejor de las intenciones porque quieres transmitirle el mensaje de: "esfuérzate más" a él solo le va a llegar el de "ellos son mejores que tú". A nadie le gusta que le comparen con otros.
5. Ante todo, comunicación
Explícale que puede contar con tu ayuda si alguna vez tiene un problema o se siente con angustia, en un lenguaje adaptado a su edad, claro. Ante todo, transmítele que estás ahí para apoyarle y que tu amor por él es incondicional, que no depende de sus logros, ni que le vas a querer menos por no cumplir tus expectativas. Recuerda, el respeto por uno mismo y los demás es la clave para que los niños crezcan psicológicamente sanos.