Hay quien cree, erróneamente, que lo único que los niños necesitan para aprobar y sacar buenas notas es estudiar un número de horas determinadas cada día. Es por esta creencia que muchos padres obligan a sus hijos a sentarse en un escritorio durante cierto tiempo cada tarde, de forma continuada, y sin que haya ninguna técnica de estudio, organización o cualquier otra ayuda. Mas sentarse delante de un libro y leer una y otra vez lo que contienen sus páginas no es estudiar; estudiar es mucho más que eso, y requiere muchos otros elementos que a veces se pasan por alto.
Para que un niño saque buenas notas, y aprenda a estudiar desde su infancia, es muy importante que se sigan unas recomendaciones q ue ayudarán a que su concentración mejore notablemente y, sobre todo, a que sea capaz de memorizar, comprender y razonar sin tanto problema. Porque, pese a lo que se suele creer, estudiar no es solo pasar horas tratando de memorizar. Si se sigue una buena técnica, y si se tienen unos hábitos en condiciones, esas horas pueden reducirse mucho y el niño puede aprender sin necesidad de emplear tanto tiempo.
Estudiar no es solo cuestión de horas
Lo primero que hay que tener en cuenta es que es imposible que un niño obtenga buenas notas si tiene algún tipo de problema de aprendizaje. En muchas ocasiones, estos problemas no se pueden apreciar a simple vista, y puede que a los padres les acaben pasando desapercibidos.
Por ejemplo: si el niño no ve bien, puede acabar rehuyendo de leer o de hacer actividades, porque el esfuerzo le provocará dolor de cabeza. Mas el pequeño no sabrá decirnos lo que le sucede, y simplemente tratará de huir de aquello que le provoque malestar. Si ese es el caso de vuestro hijo, acudid a un optometrista para que valore su estado. Hay muchos más problemas de aprendizaje que pueden no apreciarse a simple vista, pero que pueden ser muy complicados; si crees que tu hijo pudiera tener alguno, es importante que acudas a un especialista (un pedagogo, o un psicólogo, dependiendo del caso) para que le haga una revisión completa.
Además, es fundamental que alimentemos correctamente el cerebro de nuestro hijo. Para rendir en condiciones, necesitará tener todos los nutrientes en la cantidad adecuada para que funcione a la perfección. Un abuso de azúcar y de alimentos procesados podría provocar que se mostrara más activo de lo habitual y, por tanto, que le costara concentrarse en cualquier labor que pudiera requerir estar sentado. Por otro lado, si tuviera una falta de azúcar podría sentirse demasiado débil como para continuar con la labor.
Lo mejor en este sentido es optar siempre por frutas que contengan azúcar de forma natural; si quieres, puedes prepararlas en forma de snack para que tu hijo vaya consumiéndolas lentamente mientras estudia.
La organización: la clave del éxito a la hora de estudiar
En el proceso en sí de estudiar hay que tener en cuenta que la organización lo es todo. Si el niño se sienta, sin planificación ninguna, a hacer actividades en una mesa, puede que tarde mucho más de lo previsto. Es más, podría darse el caso de que acabara entreteniéndose más de la cuenta en algunas labores, y no tuviera tiempo para hacer otras.
Por eso es muy importante que, antes de sentarse a hacer actividades o a preparar un examen, haga una pequeña lista con todo lo que se propone hacer ese día y calcule cuánto tiempo tendrá que invertir en cada cosa. Realizar un planning así no siempre es sencillo, con lo cual es recomendable que te sientes a su lado y le ayudes a realizarlo siempre que te sea posible; poco a poco, conforme vaya haciendo cada vez más plannings, le será más fácil hacerlos por su cuenta e irá siendo mucho más independiente.
Recuerda que para que el estudio sea productivo, es importante que haya hueco para el descanso. El cerebro, al igual que cualquier músculo, necesita descansar para poder continuar rindiendo; de otra forma, acabará colapsando y cualquier información que reciba acabará cayendo en saco roto. ¿Qué hacemos, entonces? Es bastante más sencillo de lo que pudiera parecer: cada media hora de estudio, introducir cinco minutos de descanso.
Y cada dos horas, una pausa de 10 minutos, para que pueda comer algo, o leer un poco, o simplemente desconectar de los estudios. Dependiendo de la edad del niño en cuestión, las horas de estudio a lo largo de todo el día deberían ser más o menos. No es lo mismo un chico de diecisiete años que se prepara para los exámenes de Acceso a la Universidad que un niño de nueve años que tiene dos exámenes al día siguiente.
No presionar más de la cuenta: el equilibrio es la clave
Es importante enseñar a los hijos qu e las buenas notas son su obligación, algo que les dará beneficios a largo plazo y que podrían ayudarles a conseguir un buen futuro. No obstante, también es importante recordar que un examen no depende solo de las horas que haya dedicado a estudiar, o de lo fructífero que haya sido ese trabajo. Depende también del estado emocional del estudiante, de las preguntas que el docente haya seleccionado, de cómo se corrija posteriormente el examen... Y no debemos olvidar tampoco que somos seres humanos y, como tal, podemos cometer fallos.
Castigar a un niño por una mala nota en un momento puntual es igual de perjudicial que no tenérsela en cuenta. Lo apropiado es hacerle ver que esta nota podría acabar perjudicándole, pero sin ser demasiado estricto en un primer momento; si vemos que esto se repite, sí es prudente imponer algún tipo de castigo para que comprenda que no puede repetirse. Mas el castigo debe ser siempre coherente, y no pecar nunca de excesivo.
Estudiar es un proceso que puede aprenderse y que, mediante técnicas, prácticas y esfuerzo, puede hacerse cada vez más sencillo. Mas es necesario que haya un trabajo, que se tenga en cuenta el contexto y que se cumplan ciertos requisitos.