La adolescencia es una etapa del ciclo vital que se enmarca entre la infancia y la edad adulta. Los límites de edad de periodo no están claros y son variables según el contexto. Desde un punto de vista legal, en nuestro país se es adulto cuando se cumplen los 18 años. Sin embargo, la mayoría estaremos de acuerdo en reconocer que a esa edad uno no es aún necesariamente adulto, con todo lo que ello implica. Incluso dentro del marco legal, este límite de edad varía entre países. Por tanto, es difícil establecer cuándo una persona deja la infancia y, sobre todo, cuándo una persona comienza a ser adulta. En general, se determina que la adolescencia se inicia con la pubertad y finaliza al entrar en la edad adulta, por muy difícil que sea quizá determinar qué significa ser adulto.
Los que ya la hayamos dejado atrás, coincidiremos en recordar los años de adolescencia como una etapa de grandes cambios. Existen muchos estereotipos sobre los adolescentes, que afortunadamente no siempre se cumplen en todos los casos. Al pensar en la adolescencia podemos pensar en rebeldía, intensificación de las relaciones sociales, inicios sexuales, conductas de riesgo... Como decimos, estas características no siempre se manifiestan o, al menos, no todas ellas. Sin embargo, hay ciertas características más habituales y comunes a todos los adolescentes. Uno de estos rasgos más clásicos relacionados con la adolescencia es, sin duda, la impulsividad.
¿Qué es la impulsividad?
Se entiende la impulsividad como una tendencia a actuar de forma rápida, poco racional y a menudo desmedida, ante un acontecimiento externo, un estímulo interno o a la hora de tener que tomar una decisión. Decimos que es poco racional, porque la persona impulsiva no mide las consecuencias de sus actos. Existen multitud de teorías que explican el incremento de la impulsividad en los adolescentes, aunque generalmente se entiende que los adolescentes son más impulsivos debido a varios factores diferentes.
¿Qué relación hay entre impulsividad y adolescencia?
Como decíamos, independientemente de si un adolescente cumple o no con los estereotipos típicos de esta etapa de la vida, existen una serie de cambios clásicos y comunes a todos los adolescentes. A menudo estos cambios están relacionados con el aumento de la impulsividad en la adolescencia. Veamos cuáles son y cómo se relacionan con ella:
- Maduración física y sexual
En primer lugar, existen una serie de cambios que tienen que ver con la maduración física y sexual. El aumento de producción de hormonas sexuales que se da en esta etapa tiene una repercusión importante en el individuo, tanto en el ámbito emocional como en el conductual. En los primeros años de la adolescencia, estos cambios hormonales influyen sobre el estado de ánimo y del humor del adolescente, que puede llegar a tener problemas a la hora de gestionar esas emociones. Esto puede llevar a que se de una mayor impulsividad o incluso agresividad, que es más frecuente en los varones. Estudios llevados a cabo en centros penitenciarios, relacionan la excesiva producción de hormonas sexuales en los varones con una mayor predisposición a la impulsividad y la agresividad.
- Cambio en los roles familiares
En cuanto al ámbito familiar, las relaciones entre los miembros de la familia comienzan a cambiar. Durante la adolescencia, los jóvenes tienden a relacionarse más con su grupo de iguales. Este aumento de las relaciones sociales les lleva a buscar más libertad, justo en el momento en el que los padres suelen hacerse más restrictivos. Este choque de intereses puede afectar a la dinámica familiar y hacer que los adolescentes actúen de manera impulsiva, rechazando las normas establecidas si evaluar las consecuencias, buscando una mayor libertad y autonomía.
- Cambios en el ámbito cognitivo
Los adolescentes entran en lo que se en Psicología se denomina el pensamiento de tipo operatorio formal. Esta nueva capacidad les permite pensar de una forma diferente sobre ellos mismos y sobre los demás. Comienzan a ser más críticos en su pensamiento y esto incluye todo aquello que les rodea, incluidas las normas. A menudo no aceptan las órdenes ni siguen las normas porque sí, como en la etapa infantil. Cuestionan todo aquello que les rodea y pueden actuar de forma impulsiva, de manera contraria a la norma, ya sea en el ámbito familiar, escolar o social.
- El nivel de maduración cerebral
Muchos estudios determinan que el cerebro del adolescente aún no ha alcanzado la madurez completa. Esto hace que los adolescentes interpreten la información de una manera diferente a la del adulto y este hecho, unido a los cambios que suceden interiormente y alrededor de los jóvenes, puede hacer que actúen de manera más impulsiva. Si además se dan ciertos trastornos de base, como el Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (TDAH), el adolescente puede tener aún más problemas para analizar la información a nivel cerebral y gestionar sus emociones, su comportamiento y la toma de decisiones.
- El abuso de sustancias
Entre el abuso de sustancias como el alcohol y otras drogas y el incremento de la impulsividad, existe un círculo en el que a menudo es difícil establecer cuáles son las causas y cuáles las consecuencias. Hay estudios que relacionan alteraciones en la producción de ciertos neurotransmisores con la predisposición al uso y abuso de sustancias tóxicas y a la búsqueda de conductas de riesgo. A su vez, también es conocida la relación entre el abuso de alcohol y otras drogas en edades tempranas y el deterioro del desarrollo cerebral normal, que puede desembocar en un aumento de la impulsividad, la agresividad y el comportamiento disruptivo.
- El aumento de las exigencias a nivel académico
Como decíamos, el entorno del adolescente empieza a ser también más exigente con él, en diferentes ámbitos. Uno de ellos, es el ámbito escolar, que comienza a ser más estricto y a solicitar mayor esfuerzo en los estudios. Este aumento de la presión puede también provocar desequilibrios en el adolescente que, si no sabe gestionar esta presión, puede llegar a buscar otra salida de forma impulsiva: abandonando los estudios, iniciando el consumo de sustancias, buscando relaciones sociales conflictivas, etc.
¿Existen señales de alerta del comportamiento excesivamente impulsivo?
No debemos pensar en la impulsividad sólo de forma negativa. A menudo las personas impulsivas son capaces de tomar decisiones de forma rápida, son originales y creativas. Son capaces de adaptarse mejor a los cambios, ser más flexibles y espontáneos. Entonces, ¿cuándo saber si la impulsividad de nuestros adolescentes es positiva o negativa?
La mejor forma de determinar la calidad de esta impulsividad es evaluando su cantidad. Es decir, cuando la impulsividad domina el estilo de vida y comportamiento de una persona, generalmente traerá consigo consecuencias negativas. Debemos ser conscientes de que la impulsividad es algo relativamente característico de esta etapa, pero también tenemos que estar alerta si la impulsividad comienza a dominar la vida de nuestros adolescentes.
Es posible que sea necesaria la intervención psicológica si observamos que nuestros hijos comienzan a tener consecuencias negativas secundarias a la impulsividad. Algunas señales de alarma para tomar este paso de búsqueda de ayuda pueden ser:
- Cambios drásticos y frecuentes del humor y del estado de ánimo.
Si bien es cierto que esta característica es habitual en los adolescentes, debemos tener cuidado de que esta labilidad emocional no sea demasiado frecuente ni intensa.
- Cambios importantes en el comportamiento de los adolescentes.
Más allá de las típicas disputas con los padres, que probablemente serán habituales en esta etapa de la vida, debemos dar importancia a un cambio radical en el comportamiento adolescente, que puede ser indicativo de desajustes emocionales.
- Inicio con el uso o abuso de sustancias, cambios preocupantes en las relaciones sociales o búsqueda de situaciones y acciones arriesgadas.
¿Cómo gestionar la impulsividad?
La impulsividad es una tendencia en el comportamiento, pero se puede controlar:
- Debemos intentar, ya sea a nivel familiar o mediante la ayuda de un especialista, que el adolescente pueda gestionar sus emociones.
- Deberá intentar evaluar las consecuencias de sus actos antes de tomar las decisiones. Para ello es importante poder llevar a cabo las planificaciones, que ayuden a secuenciar las acciones y pensar en cuáles serán sus consecuencias.
- Establecer las prioridades y dar importancia los pilares fundamentales de su vida: la familia, las antiguas amistades, los estudios... ayudará a los adolescentes a explorar su entorno y su propia personalidad de una forma más responsable y segura.
- La Psicología ha mostrado que la mejor forma de interaccionar a nivel familiar es manteniendo un estilo parental de tipo democrático. El adolescente debe reconocer y respetar la figura de sus padres, pero a menudo será necesario ceder y llegar a acuerdos en cuanto a las tomas de decisiones o normas tan simples como la hora de llegada a casa. Otros estilos parentales, tanto los más autoritarios como los más indulgentes están más relacionados con desajustes en las relaciones familiares.
Éstas y otras pautas que los especialistas pueden enseñarnos a seguir, ayudarán a que la dinámica familiar no se vea seriamente afectada y a prevenir las posibles consecuencias negativas para los propios adolescentes.
Si no existen trastornos específicos, lo más seguro es que una vez pasada esta etapa, la impulsividad comience a disminuir en favor de un estilo de pensamiento más racional. Mientras, la paciencia y la colaboración por parte de todos serán las principales armas contra la impulsividad de la adolescencia.