La concepción de la infancia ha ido cambiando y evolucionando a lo largo de los años. Han sido necesarios muchos años y estudios sobre desarrollo y psicología evolutiva, para pasar desde los tiempos en los que se consideraba a los niños como "adultos en miniatura", exigiéndoles por tanto trabajar en cuanto era físicamente capaces para ello hasta que se empezó a concebir la infancia como una época especial y con características propias.
Sin embargo, aún hoy en día hay mucha confusión sobre esta primera etapa de la vida. A menudo se tiende a pensar que los niños no pueden padecer problemas emocionales y trastornos como la ansiedad o la depresión y, en cambio, es en esta época actual cuando esto sucede de manera más frecuente.
Nuestros hijos pueden tener problemas emocionales que relacionamos más con la vida adulta. La diferencia es que a veces lo expresan de diferente manera a como lo hacen las personas mayores.
¿Qué problemas emocionales puede haber en la infancia?
Algunos problemas emocionales son más típicos de la infancia y más conocidos por la población general. Algunos de ellos serían:
- Las dificultades de apego con sus padres.
- Los celos, principalmente de los hermanos.
- La baja tolerancia a la frustración, que hace referencia a la dificultad de gestionar las emociones cuando algo no sale cuando queremos o cuando es necesario esperar.
Sin embargo, los niños pequeños también pueden tener otra serie de problemas emocionales que se tienden a relacionar solo con los adultos:
- La depresión puede darse en edades tempranas, no solo en adultos y adolescentes y es a menudo uno de los problemas más difíciles de identificar.
- La ansiedad, bien en su forma generalizada o manifestándose ante la separación de sus figuras de apego.
- Las fobias específicas.
- Los problemas de sueño, como el insomnio.
- La inadaptación social, ya que los problemas de relación con los iguales pueden darse de manera muy temprana por motivos muy diferentes.
¿Cómo podemos percatarnos de la existencia de estos problemas emocionales?
A veces lo más difícil es darnos cuenta de que alguno de estos problemas emocionales se están produciendo y están haciendo sufrir a los pequeños. La manera más básica y elemental para percatarnos de su existencia es observar la conducta de nuestros hijos.
Lo más probable es que ante la presencia de estos problemas emocionales, se den cambios en el comportamiento de los hijos. Muchos expertos afirman que detrás de todos los problemas de conducta, hay algún tipo de problema emocional. Está claro que los límites y las normas deben establecerse de manera clara para evitar estos problemas de conducta. Pero, es muy probable que aún así se manifiesten como consecuencia de algún problema emocional. Por tanto, si solo atajamos y tratamos de solucionar el mal comportamiento de nuestros hijos sin saber por qué se está produciendo, no estaremos solucionando el problema de base.
Además, muchos de estos comportamientos pueden ser desconcertantes ya que, como decíamos, suelen ser diferentes a la forma en la que los adultos los expresan. Por ejemplo, un adulto en un estado depresivo tenderá a estar más retraído, encerrado en sí mismo, con un comportamiento "enlentecido". En cambio, a menudo a los niños les sucede lo contrario, como si se acelerasen y surgiesen incluso conductas agresivas como respuesta a la depresión.
Otros problemas serán más fáciles de identificar. Por ejemplo, un niño que sufre enormemente a la hora de separarse de sus padres, no solo al ir al colegio si no en cualquier otra circunstancia, podría estar padeciendo ansiedad por separación.
Sin embargo, incluso en los casos que parecen más evidentes, podemos equivocarnos, por eso es importante consultar con psicólogos especializados en infancia que nos ayuden a identificar estos comportamientos y averiguar por qué se manifiestan. No podemos olvidar que otra dificultad añadida es la propia dificultad de los niños para contarnos lo que les pasa, a menudo no tanto por que no nos lo quieran contar si no porque quizá ni siquiera ellos mismos lo saben.