Si ya sois madres, o si estáis en proceso de serlo, seguramente ya sepáis de sobra que un embarazo y un parto no son tan sencillos como a veces lo pintan. Puede ser bastante más complicado, y pueden presentarse más riesgos de los que se hubiera pensado en un primer momento. No siempre tiene por qué ser así; en la mayoría de casos, todo será tan sencillo como coser y cantar. No obstante, sí es cierto que hay embarazos que, por una cosa u otra, acaban complicándose.
Una de las complicaciones de las que menos se habla, pero que sucede en un porcentaje bastante alto de los embarazos, es lo que se llama la placenta previa. Normalmente suele ir solucionándose con el paso de los meses, y en ese caso no sucede nada; no obstante, hay mujeres que no tienen tanta suerte.
La placenta previa es como se conoce a una situación específica en la cual la placenta se coloca en la parte más baja del útero. Suele suceder tan solo en un embarazo de cada doscientos, en el que esta placenta se coloca demasiado cerca de la cérvix, o incluso superior a esta. Al estar en esta posición, obstruye completamente la salida del bebé durante el parto (a veces solo la obstruye parcialmente, pero el resultado suele ser el mismo). Normalmente, como ya hemos señalado anteriormente, los riesgos de esto van desapareciendo con el tiempo, puesto que la placenta vuelve a colocarse en su sitio y no hay ningún problema durante el parto.
Pero hay veces en las que la placenta previa continúa estando baja incluso durante el parto, y esto sí que podría acabar siendo complicado. Porque, pese a que la mujer no quisiera, la única alternativa que quedaría sería la de realizarle una cesárea, ya que no habría otra forma de sacar al bebé; el parto natural no sería posible.
La placenta previa tiene sus riesgos añadidos
La placenta previa no es algo realmente extraño, puesto que afecta a un treinta por ciento de las madres al principio de su embarazo. En la mayor parte de los casos, la placenta suele ir desplazándose hacia su sitio, y la posición acaba corrigiéndose por completo durante el tercer trimestre. El hecho de que la placenta esté baja hasta la semana veintiocho o treinta del embarazo no quiere decir nada, no implica ningún tipo de riesgo añadido ni para el bebé ni para la madre. Hasta que no llega la semana veintiocho no suele hablarse de placenta previa en sí, sino que se usa el término "inserción baja de placenta", para diferenciar entre algo que podría ser un problema y algo que todavía está a tiempo de corregirse.
Si todo continúa en orden, si el embarazo no tiene ninguna complicación más, todos los riesgos desaparecen. Como en todo embarazo, hay que ir controlando que no haya ningún tipo de fallo en el crecimiento del feto. Pero a partir de la semana veintiocho, y si todo continúa como hasta ese momento, los controles deberán incrementarse; la placenta previa no siempre funciona como una placenta en condiciones, y podría provocar ese retraso en el crecimiento del feto, así como pérdida de sangre vaginal. En caso de que eso último sucediera, es fundamental acudir rápidamente a Urgencias, puesto que estamos hablando de una complicación grave.
La preocupación debería empezar en la semana veintiocho
Durante el tercer trimestre de embarazo, la placenta previa sí que empieza a tener sus riesgos añadidos. Es entonces cuando la parte inferior del útero comienza a estirarse, y podría degenerar en sangrado vaginal; no suele pasar hasta este momento, pero si se diera, debéis acudir rápidamente al Hospital, puesto que estaríamos hablando de una placenta previa completa.
La hemorragia, por sí misma, no suele representar un problema para la mujer, puesto que acaba por detenerse sola. No obstante, estos sangrados pueden ir repitiéndose y esto sería un riesgo grave tanto para la madre como para el feto.
En cuanto al parto, si antes de la semana treinta y cuatro la pérdida de sangre es escasa y el feto todavía se encuentra bien dentro, no habría que provocarlo. Se suele recomendar reposo absoluto, para que no haya ningún esfuerzo que pueda acabar costando caro; a veces puede incluso internarse a la mujer para garantizar la seguridad de esta. Por supuesto, el parto tendría que acabar siendo por cesárea, puesto que solo así se garantizaría que todo llegara a buen término.