Nuestros hijos son lo más preciado que tenemos, es por ello, que debemos educarles en unos hábitos de alimentación saludables cara a afrontar su día a día. A continuación explicamos lo que deben saber los padres sobre la obesidad infantil y cómo prevenirla.
La obesidad infantil
Desde el nacimiento nuestro hijo se convierte en nuestra responsabilidad. Su salud y su estado anímico nos preocupan y pueden verse alterados por malas decisiones o prácticas que se hayan adquirido desde el nacimiento. Cuando hablamos de una persona obesa, nos referimos a aquella que está por encima de su peso ideal atendiendo a su estatura, sexo y edad. Este diagnóstico de obesidad infantil será expedido por un facultativo médico que haya seguido la evolución del niño.
Los hábitos poco saludables, respecto a este problema pueden enfocarse hacia la alimentación, pero también a la deficiente o nula actividad física, que impide que se quemen ciertas calorías que ingerimos. Toda dieta debe componerse de ciertas normas que posibiliten que la persona que la sigue se sienta bien y note una mejoría en su salud.
En la actualidad, uno de los peores enemigos de nuestros hijos es, sin alguna duda, el ferviente protagonismo de las redes sociales, los videojuegos..., y aquellas actividades de ocio que no requieren ni salir a la calle para realizarlas. El móvil también es un vicio y comienza a utilizarse ya desde una edad muy temprana. Nuestros hijos son, muchas veces, esclavos de una vida pasiva y sedentaria.
Los padres somos ejemplo de nuestros pequeños, por lo que debemos despertar en ellos deseos de actividad, ejercicio, vida sana y alimentos nutritivos. No obstante, la herencia también puede ser un desencadenante. Hijos de padres obesos tienen más probabilidades de padecer esa enfermedad y no lograr mantenerse en el peso indicado atendiendo a la dualidad de peso-altura.
Los casos que se producen por una nutrición inapropiada y la genética son los que abarcan el mayor porcentaje. Al consumir un aporte excesivo de calorías, las sobrantes quedan en el interior del organismo en forma de grasa y es ahí donde se debe actuar. El menor de los casos son los que se producen por la ingesta de algunos medicamentos, enfermedades genéticas o trastornos hormonales.
Problemas de peso
Los problemas de peso pueden agravarse tanto que derivarían en obesidad infantil. Con esto se acarrean una serie de consecuencias que darían lugar a trastornos físicos y psicológicos, entre otros:
-Diabetes.
-Enfermedades cardiovasculares.
-Hipertensión colesterol.
-Problemas gastrointestinales.
Como padres seguir unas directrices puede ayudarnos a encontrar soluciones y evitar males mayores. Pueden producirse daños de tipo respiratorio y repercusiones severas sobre los huesos y el aparato locomotor, debido a una falta de ejercicio.. En la actualidad existen porcentajes alarmantes de niños menores de 12 años que padecen obesidad infantil. La mayoría de ellos, lamentablemente, seguirán padeciendola en su edad adulta.
Aparte de los problemas físicos, un niño a nivel emocional puede sentirse afectado por el rechazo que suponga. Su autoestima puede verse mermada, llevando a protagonizar acciones de aislamiento, depresión o conducta asocial.
Cuando se observe un aumento gradual de peso debe consultarse con un médico. Los padres no deben esperar a que el niño haya pasado la barrera del peso indicado. Ignorando o reduciendo la importancia de este hecho puede agravarse un estado de estrés y baja autoimagen personal, causados por la discriminación y la estigmatización, que desemboquen en anorexia o bulimia.
.Los riesgos a nivel psicológico y social pueden persistir incluso al pasar la mayoría de edad.
Actuaciones de los padres
Como las figuras que educan y protegen a nuestros niños, debemos intervenir ya desde su nacimiento adoptando una serie de normas de conducta. Prevenir es el mejor punto para no tener que lamentar acciones negativas para nuestros hijos y su salud. Combatir el problema de obesidad infantil es una labor de todos.
Si el niño ya está en un peso que no es el apropiado, el especialista indicará las medidas a seguir para unas pautas dietéticas correctas, que no interfieran en el crecimiento normal del pequeño. La labor puede ocurrir entre varios profesionales como son el endocrino, el nutricionista, el pediatra y en ocasiones también toman parte trabajador social y psiquiatra.
Todos ellos intervendrán para analizar el estado emocional del niño y analizar in situ su rutina diaria junto con la de sus padres, observando así sus métodos de alimentación. La apetencia o no a determinados alimentos tienen relación con ese aprendizaje que obtengan en su hogar diariamente.
Nuestros hijos nos tienen como espejo, por lo que debemos actuar de un modo correcto y mantener una correcta relación entre la alimentación y el ejercicio físico. Podemos seguir el ejemplo de la pirámide de alimentos para niños y así se asegurará una adecuada ingesta de productos.
Los valores que se adquieren para llevar a cabo una alimentación lo más favorecedora posible para la salud del menor, son un arduo y constante trabajo por parte de los progenitores, quienes deben poner el énfasis sobre todo en los decisivos cinco primeros años de vida de su hijo.
Cada día los niños deben:
-Realizar actividad física: moverse, caminar, correr, quemar calorías y por supuesto hacerlo disfrutando, si puede ser con familia y amigos mucho mejor. Los especialistas en el campo de la salud, recomiendan que la actividad vaya de moderada a intensa, aproximadamente unos 30 minutos. A ser posible deben ser ejercicios aeróbios , todos los días de la semana.
No debe suponer un momento obligado o incómodo para el niño. Lo disfrutará si lo hace a gusto y convencido. Pediatras y endocrinos coinciden en lo necesario de la práctica deportiva. Pese a que el niño ingiera alimentos nutritivos, el hecho de abusar de una vida sedentaria le perjudicará, se encontrará con kilos de más que no le beneficiarán en su psicomotricidad, equilibrio, agilidad...
El tiempo ante la videoconsola o la televisión debe ser el mínimo posible, al igual que no es conveniente que vean a sus padres constantemente interactuando con el teléfono móvil. En la sociedad actual trabajamos con estos dispositivos electrónicos los cuales hacen la vida más fácil pero la complican en otros aspectos. La obesidad infantil se produce cuando estos comportamientos son muy frecuentes.
- Comer en la mesa y con los niños es un buen modo de saber qué alimentos comen y de que ellos nos vean comer. Disfrutar juntos, tomar alimentos saludables, de temporada, hacer del momento algo ameno y donde comunicarse, es muy positivo y favorece la autoestima del niño.
-El azúcar es adictivo y no debería consumirse antes del primer año de vida del infante. La Organización Mundial para la Salud recomienda que se debería rebajar el consumo de azúcar un 10% para encontrarnos más sanos. Los de tipo complejo como los que lleva la naranja deben primar sobre los simples que contiene el chocolate.
En muchos momentos como padres creemos que nuestros hijos no se fijarán en nuestras actitudes, sin embargo, son esponjas que absorben todo, por lo que un cambio a mejor puede marcar la diferencia.
- Debemos entre todos apostar por una labor educativa conjunta. No se deben elaborar dietas para que esos niños reduzcan su peso. Preparar platos similares a los que más les gusten, sin que contengan un sobre-aporte calórico, puede ser una iniciativa que favorezca su deseo por comer alimentos que no suelen ingerir con normalidad. Si en las casas hay productos nutritivos, se reducirán las tentaciones y se instaurarán costumbres beneficiosas para todos.
Al comer sano, en porciones moderadas, sustituyendo alimentos enteros por bajos en grasas y ofreciendo verduras, frutas...,y sobre todo beber mucha agua, se contribuye a instaurar unos métodos efectivos acordes a un estilo de vida y una dieta de calidad. El deseo de modificar hábitos nocivos es un gran paso hacia la consecución de los objetivos. Los niños agradecerán todo tipo de ayuda.