Seguramente la gran parte de los padres se habrán preguntado alguna vez si su hijo debería ir a un psicólogo o no... Solo por plantearte esa pregunta ya te has contestado tú solo a la de arriba. Si en algún momento durante la paternidad os la habéis planteado es que no sois tan malos padres como creías... Pero vayamos por partes. ¿Qué es lo que hace que nos preguntemos eso?
Cuando tu hijo lleva una temporada con un comportamiento desafiante, ansioso, deprimido o extraño tal vez alguien (o nosotros mismos) nos haya sugerido que llevemos al pequeño a un psicólogo. En ese momento comienzan las dudas ¿el comportamiento de mi hijo es normal? ¿será cosa de la edad? ¿significa eso que somos malos padres?
Para nada, que un niño vaya al psicólogo no tiene por qué estar relacionado directamente con sus padres, aunque todo hay que decirlo, el ambiente familiar y social en el que se haya criado el pequeño influye muchísimo y explicará gran parte de los comportamientos que tiene, pero no siempre.
Los niños aprenden y se desarrollan según lo que hay alrededor, se fijan en como actúan las figuras de apego y las imitan, son la única fuente de aprendizaje que tienen a esas edades. Cuando crecen un poquito y empiezan en el colegio ya podemos decir que los compañeros y profesores también comienzan a influirles, pero hasta entonces es la familia el único contacto que tienen.
Para la formación de un trastorno psicológico están interaccionando entre ellas variables biológicas y ambientales. Las biológicas son el conjunto de rasgos individuales que nos vienen dados de nacimiento, como el carácter. Las ambientales son todas aquellas situaciones que nos rodean y nos han influido a lo largo de la vida, es decir, lo que nos ha ocurrido y como reaccionamos ante ello, el lugar donde vivimos la comunidad, etc. Por tanto, no podemos separar unas de las otras. El características biológicas con las que nacen los hijos son los que les predisponen a que en el futuro sean más proclives o no a tener un trastorno mental, sin embargo, son los acontecimientos vitales estresantes que ocurren en nuestra vida las que pueden encender la chispa y desencadenar todo.
Trastornos por los que se suelen culpar los padres
1) Problemas de conducta.
Si el problema que tiene nuestro hijo es básicamente comportamental, es decir, un problema de conducta, seguramente los padres o familia cercana habrán influido en algo, puede que no a crear el trastorno pero si a mantenerlo. Los padres que son demasiado benevolentes pueden crear hijos desobedientes, al igual que padres demasiado exigentes o autoritarios niños sumisos e inseguros. Sin embargo, la genética es caprichosa y también puede hacer que niños con este tipo de padres se desarrollen de forma normal, o que al menos no les afecte en su personalidad. Por el contrario, hay padres que son asertivos con sus hijos y estos acaban desarrollando un trastorno, la biología de cada uno y las influencias del niño en el futuro juegan un papel importante.
2) Depresión infantil
La depresión infantil no es frecuente y tiene un componente genético. Se ha comprobado que los padres que tienen algún tipo de trastorno mental también aumenta las probabilidades de que sus hijos lo tengan. También influye la percepción que los padres transmitan al niño del mundo. Sin embargo, de ahí no puedes extrapolar que seáis malos padres.
3) TDAH
El trastorno por déficit de atención e hiperactividad es un claro ejemplo de trastorno con componentes genéticos, aunque no se sabe exactamente la causa. Eso si, el TDAH mal llevado por los padres pueden convertir al niño en una bomba de relojería. La mejor manera de ayudar al niño y no empeorar al situación en casa es llevarlo al psicólogo en cuanto antes.
¿Cuándo debería llevar a mi hijo al psicólogo?
- El problema afecta a su vida diaria. Esta es el indicador más importante. Una persona (da igual si es adulta o un niño) debería acudir al psicólogo cuando su problema influye negativamente a los otros ámbitos de su vida (social, escolar/laboral y familiar). Si el problema afecta a la persona o a quiénes conviven con ella es necesario que acuda. Por el contrario el comportamiento de tu hijo es extraño pero no le causa ningún problema significativo a nivel social, familiar o escolar no es necesario, es benigno y solo habría que controlar que no fuese a más. Por ejemplo, los miedos infantiles, los amigos imaginarios o cierto tipos de tics acaban desapareciendo solos con el tiempo y no deberían preocuparnos en exceso.
- Consejo del tutor y orientador escolar. Si en el colegio los profesores del niño han visto algún comportamiento atípico para los niños de su edad y te lo recomiendan deberías primero tener una reunión con el tutor y después con el orientador. Si este último lo cree conveniente deberías tomarte en serio su consejo. Si si tú en casa ya notabas comportamientos parecidos seguramente lo que te cuente el orientador solo confirme tus sospechas.
- Problemas para relacionarse con los demás. Está relacionado con lo anterior. ¿Tiene tu hijo al menos un amigo íntimo? ¿Le cuesta interaccionar? Si tu hijo le cuesta relacionarse con otros niños de su edad, le cuesta mantener las amistades (tanto fuera como dentro de clase) y esta situación se mantiene estable en el tiempo es recomendable llevarlo al psicólogo. A veces en el colegio este tipo de cosas pasan desapercibidas y tendrás que ser tú quien vaya a preguntar al tutor si ya tienes sospechas.
- Estáis a punto de explotar. Cuando la situación está demasiado tensa en casa y notáis que vais a perder el control deberíais acudir. El psicólogo os dará unas pautas para saber como actuar con él y que su comportamiento y no perdáis los esribos. Los padres estresados solo estresan más a los hijos y empeoran su comportamiento.
Finalmente, es importante que seáis conscientes de que los problemas que tenga vuestro hijo no son culpa vuestra porque en el desarrollo de un trastorno normalmente hay una parte biológica y una parte ambiental, no debemos cargar enteramente con la responsabilidad. Eso sí, solo vosotros podéis decidir si cortar el problema o mantenerlo dejando las cosas como están.