Una de las dificultades del habla más características y reconocibles por la población general, es la tartamudez. Aún así, no es infrecuente que la gente asocie el tartamudeo con otro tipo de dificultades, incluso con la discapacidad intelectual. Nada más lejos de la realidad. Aunque pueda acompañar también a otros trastornos, la tartamudez es un trastorno con entidad por sí mismo.
¿Qué es la tartamudez?
La tartamudez es un trastorno del habla que afecta a la comunicación de la persona y que se caracteriza por interrupciones involuntarias en la fluidez del habla. Este tartamudeo e interrupciones en la fluidez se acompañan de tensión muscular en cara y cuello, además de otra serie de conductas emocionales como frustración y stress. Muchos autores afirman que estas manifestaciones hacen visibles la interacción de diversos factores, tanto orgánicos, psicológicos como sociales.
Sus causas no son conocidas con certeza. La mayoría de los estudios parecen indicar que se produce por una combinación de factores tanto genéticos como ambientales. Se estima que en torno al 5% de los niños atraviesan un período de tartamudez de seis meses o más de duración, pero que tres de cada cuatro de estos niños que inician el tartamudeo, solucionan su problema antes de la adolescencia. Tan sólo un 1% de la población mantendría el problema como crónico.
¿Cómo detectar la tartamudez?
A la hora de detectar la tartamudez en los niños, en primer lugar, es importante diferenciar la tartamudez, de las disfluencias normales que muchos niños manifiestan cuando empiezan a hablar. Éstas están caracterizadas por una serie de pausas en el habla, alterándose también la fluidez, con repeticiones de sílabas o monosílabos o incluso frases y palabras. Sin embargo, suelen darse de vez en cuando, dos repeticiones, regulares y sin ir acompañadas de tensión. Entre el año y medio y los seis años, pueden darse este tipo de disfluencias normales.
En cambio, en las disfluencias tipo de tartamudez, la fluidez está más afectada, las repeticiones de monosílabos y sílabas se dan ya tres o mas veces, acompañadas de tensión muscular y con bloqueos del habla.
Se inicia entre los 2 y 5 años
El inicio de la tartamudez suele darse entre los 2 y 5 años aproximadamente y comienza a aparecer el componente de la frustración. Es entre los 6 y 13 años, al tomar conciencia del problema, cuando empiezan a consolidarse algunas conductas características de la tartamudez, como son el miedo y la consecuente evitación del habla especialmente en situaciones donde la persona vaya a ser más visible. Estas situaciones pueden ir desde el acto de hablar en público, hasta el simple hecho de hablar con los demás en situaciones cotidianas y establecer relaciones. El escape y la ocultación del problema son característicos en estas edades.
Comienza entonces a establecerse lo que viene a llamarse la "personalidad tartamuda", según la cual parece que para una persona toda su vida gira entorno a la tartamudez. Es por eso que generalmente se compara la tartamudez con un iceberg, dado que bajo las dificultades visibles para el resto de las personas puede existir toda una problemática de índole emocial para quien tiene tartamudez.
¿Cuándo tratar un problema de tartamudez?
Existe una gran controversia a la hora de decidir cuándo intervenir con un niño. ¿Se debe esperar a que el tartamudeo remita espontáneamente o debe empezar a intervenirse pronto? ¿Puede esto ser contraproducente? La respuesta no está clara y cada caso debe analizarse de forma particular.
En primer lugar, como ya hemos dicho, es importante diferenciar la tartamudez propiamente dicha de las vacilaciones normales del habla inicial. En segundo lugar, también es básico valorar si existe riesgo de cronificación del problema y por tanto no se resolverá de forma espontánea.
Se establece que algunos de los criterios necesarios para que se de una cronificación del problema son los siguientes:
- Antecedentes familiares de tartamudez persistente.
- Existencia de un trastorno del lenguaje o del habla asociado.
- Llevar más de 18 meses tartamudeando.
- Ser varón.
Por último, debe decidirse si se iniciará una intervención y, de ser así, cuándo llevarla a cabo. El debate está en si el hecho de intervenir de manera temprana, puede hacer que el niño tome conciencia de su problema demasiado pronto, incluso aunque esté ya consolidado y sea una realidad. Algunos autores afirman que al producirse esto, la formación de esa "personalidad tartamuda" puede establecer demasiado precozmente y generar otra serie de problemas y conflictos emocionales en el niño.
En cualquier caso, serían los profesionales del habla y del lenguaje los encargados de asesorar a las familias, teniendo en cuenta que l a mayoría de los programas de intervención confirman que la tasa de recuperación es considerable si la intervención es temprana, iniciándola en edad preescolar.