En ocasiones, y debido a distintas problemáticas, hay parejas heterosexuales que tienen problemas para tener un hijo mediante el método tradicional. En la mayor parte de los casos lo que suele fallar es la fertilidad, ya sea de la mujer o del hombre, y esto hace que el embarazo no se acabe produciendo. No obstante, hay soluciones que garantizan que este embarazo sí que pueda acabar dándose. Una de ellas es la inseminación artificial.
Para quien no haya oído hablar de la inseminación artificial, debe saber que es una alternativa médica a la técnica de inseminación natural. Se llama también inseminación intrauterina, y es una técnica bastante sencilla día de hoy. Se practica sin dificultades añadidas, y en la mayor parte de los casos acaba provocando un embarazo, que siempre suele llegar a buen término. La tasa de éxito es muy variable, y va desde el 9 hasta el 24%. Pudiera parecer baja, pero realmente es una tasa bastante similar a la que se obtiene con el método tradicional, incluso algo superior.
Pero, ¿en qué consiste exactamente la inseminación artificial? Básicamente es una técnica mediante la cual el especialista deposita el esperma dentro del útero, evitando así que este se pierda por el camino al mismo. Es necesario que la mujer se encuentre ovulado en ese momento, ya sea de forma natural o con una estimulación ovárica, que se realizaría mediante una medicación que el propio especialista dictaría. Para que se pueda llevar a cabo una inseminación artificial el hombre no debe tener problemas de fertilidad; no obstante, si tuviera problemas de fertilidad sería tan sencillo como recurrir al semen de un donante.
Normalmente, se usa en parejas heterosexuales en las que el que tiene problemas de fertilidad es la mujer, o en parejas de mujeres, o incluso en mujeres que no tienen pareja y desean, pese a todo, tener un embarazo. No supone ningún tipo de riesgo para la salud de la madre y, como hemos señalado, tiene unas tasas bastante altas de embarazo.
La inseminación artificial: un proceso muy sencillo
Pese a que el proceso es bastante fácil, sí que hay algunos factores o condiciones a tener en cuenta a la hora de saber si la inseminación funcionará o no. Por regla general, funciona mejor en mujeres jóvenes, y el esperma debe tener siempre las mejores condiciones posibles.
La inseminación artificial no requiere siquiera anestesia, y no causa demasiadas molestias a las pacientes; suelen hablar de una sensación muy parecida a la de las citologías, con lo cual nada que no pueda soportarse fácilmente. Lo primero que hay que hacer es acudir a un especialista, que será el que confirme si es necesaria o no una inseminación artificial. Lo primero que hará este médico, una vez que haya decidido comenzar con el proceso, será mandar a la mujer una medicación diaria, que suele administrarse vía subcutánea. Con esta medicación lo que se pretende conseguir es que crezca un óvulo y madure, para que así haya más posibilidades de embarazo. El proceso se irá siguiendo con ecografías vaginales.
Cuando se sepa que la mujer va a ovular, aproximadamente unas treinta y seis horas antes de que esto suceda, se depositará en su útero el semen de su pareja, o el semen del donante. Pero este semen no se introduce sin más, sino que será la parte más fecundante de todo lo que el hombre haya eyaculado, en la que haya más espermatozoides. De esta forma, será más probable que la mujer se quede embarazada. Tras esto, habrá que esperar 14 días para saber si el embarazo ha tenido lugar o no.
Para quién está pensada la inseminación artificial
Hay dos tipos de inseminación artificial: en la que el semen donado es de la pareja, y en la que el semen es de un donante anónimo. La inseminación con el esperma de la pareja está pensada, sobre todo, para personas con una esterilidad de origen desconocido y de edad joven, o en la que solo la mujer tenga problemas. Estos problemas podrían ser alteraciones a nivel del cuello del útero, o desarreglos a la hora de ovular. Si el hombre presenta tan solo defectos leves en el semen (como poco movimiento de los espermatozoides) también puede llevarse a cabo.
Se debe optar por una inseminación con semen de donante cuando sea el varón el que tenga una mala calidad seminal, o porten una enfermedad genética que se contagie y, además, no se pueda detectar fácilmente en los embriones. En este último caso, para evitar problemas en el feto, lo mejor es optar por el semen de otro hombre.
También se puede usar por mujeres que quieran conseguir un embarazo sin necesidad de que haya un hombre de por medio, siempre y cuando tengan menos de cuarenta años y ningún problema ovárico. En ese caos, podrían acabar prefiriendo la fecundación in vitro.